“El río se escuchaba anoche como en la puerta de mi casa”; “Bueno, se llevó todo el cultivo de la zona”; “Las habichuelas listas de cosechar se perdieron, pero nada, seguimos adelante”; “Cállate, yo le debo al banco, pero sé que por mi manejo crediticio me considerarán como en otras ocasiones”.
Esta era la interacción entre los agricultores que se ponían en la esquina de mi casa, lo que hoy es un parque, a comentar posterior a tormentas, lluvias repentinas en la pequeña comunidad Sur Profundo donde viví mis primeros años de vida.
El pueblo, situado en un alto, rodeado de montañas, limitado por dos grandes ríos, Yaque del Sur y el llamado Río al Medio, este último siempre sereno, tranquilo y limpio, pero el desemboque de las montañas sobre este, en cualquier día amanecíamos, como decía allí “botao’ de agua”.
Es tan perfecta la naturaleza, que, así como se encuentra rodeado de agua, como si fuese un diseño calculado por un buen ingeniero de desagües, los días de torrenciales lluviosos, las aguas corrían perfecto por el desnivel sin estancarse hasta desembocar en el último río, increíble, sus calles quedaban lavadas, y los niños utilizaban esta oportunidad para bañarse en sus aceras, y si la lluvia era breve, andar en bicicletas o simplemente jugar.
Penosamente mis padres no me lo permitían, pero ¿saben qué?, con apoyo de mamá cuando papá no estaba, quien obviamente era autoridad del hogar, me consentía y me dejaba disfrutarlo, lo que para mí era una gran hazaña y motivo con mis primitas de una gran fiesta.
Les traigo esta narrativa por un reportaje visto en el cual presentaban los efectos del huracán Fiona, que tocó una parte de la isla, dejando con ello pérdidas materiales, y tres pérdidas humanas, estas últimas nunca recuperadas.
¿Por qué se revive en mi mente estas posturas y expresiones del inicio? Es que, no me generaba traumas, porque ellos, adultos, no se quedaban en una simple expresión, sino que en sus conversaciones posteriores lo percibían como un hecho que no podían controlar, pero sí seguir adelante y sembrar de nuevo.
Verdaderamente el término que está de moda, la resiliencia, era la característica de aquellos hombres y mujeres, porque sus esposas no tenían lamentos ni llantos.
La forma en que percibimos los eventos cotidianos y aún extraordinarios como estos es lo que marca su efecto en tus emociones y, por ende, en tus acciones, para que sean experiencias para crecer o traumas para tu vida y tu familia. Padres, el sello lo ponen ustedes.