La semana pasada tuve la oportunidad de compartir en una actividad infantil, en un colegio privado de clase media alta, donde pude observar la respuesta conductual y la forma en que se majaban estos niños. Era un cumpleaños sólo con los compañeros del curso, en un área relativamente apartada, no obstante, el mismo era celebrado en hora de recreo. Lo usual es que los padres lleven pautada la cantidad de compañeros con la que van a contar, y con ella qué se necesita para la celebración. Era un grupo pequeño, obviamente, homogéneo, todos de la misma edad. Sin embargo, se fueron acercando, no solo de otras edades, sino que no tenían nada que ver con el evento, de forma tal como si fueran todos invitados, sin comisura, por el contrario, penetraron a la actividad de manera abierta, inclusive pude notar cierta agresividad hacia los compañeros del festejado. Lo más impresionante para mí fue la reacción de algunos familiares adultos, cuando hice la observación de lo señalado, cuya respuesta fue la siguiente: “Que hagan lo que quieran. Total, eso es para comérselo”. Aun más, casi desbaratan el bizcocho, los infiltrados, que eran tan pequeños, entre nueve y once años, lo que me mueve a hacerle a una niña la siguiente observación: “Cuidado, que lo vas a dañar”, a lo que otro adulto responde, levantando sus hombros en forma despectiva: “¡Ay ombe, que lo desbarate! No voy a corregir muchacho ajeno”.
Esta vivencia me lleva a reflexionar, juntamente con ustedes como padres, tíos o abuelos, la forma en que estamos educando los hijos, así como también cómo contribuimos para la formación de los que nos rodean. Esto denota cómo no se están creando los límites de lo que corresponde hacer, y esto se inicia dentro del hogar a muy temprana edad. Lo más sorprendente para mí fue la respuesta asumida por los mayores, donde todos se quedaron indiferentes, por lo que pienso hasta dónde las personas se han vuelto apáticas. No obstante, queremos respeto en las calles, cuando contribuimos cada día para acrecentar lo contrario.
Es buen momento, para con este ejemplo, te hagas un cuestionario en estos días de descanso: ¿Cómo se comportan tus hijos sin importar edad? Y de manera especial, ¿te has acostumbrado tanto al irrespeto de cualquier edad, que prefieres ser indiferente, sin darte cuenta de que los que hoy son niños mañana serán adultos a los cuales no ayudaste? Entonces, no te quejes.