“Estudio para superarme y algún día hacerle la casa a mi mamá”; “Muchas cosas no las hago solo por respeto a mamá”; “Ahora que tuve un hijo valoro como nunca a mi madre”; “Fáltame el respeto a mí, pero no te metas con mi mamá”.
Mayo es el mes dedicado a las madres en la mayor parte del mundo, nosotros festejamos este día el último domingo, no obstante, desde el día primero y hasta antes se hacen eventos alusivos a las madres dominicanas”. Siempre ha sido de admiración para mí, ver cómo, específicamente los hijos pertenecientes a estrato económico humilde, y de aquellos donde la responsabilidad de formación y sustento económico lo ha asumido ella sola o prácticamente, desarrollan un sentimiento de gratitud y compromiso de darles todo lo mejor que puedan alcanzar. Enfatizo en esto porque he vivido experiencias extraordinarias, como la de un joven ebanista, quien trabajó conmigo desde los 15 años, a quien siempre escuché decirme: “Doña, estoy fajado para hacerle una casa a mi mai’…”, término que utiliza hasta al de hoy hacia esa mujer a quién, no solamente ya logró su sueño, sino que la mantiene dentro de sus posibilidades como una reina. Hoy, él tiene un poco más de 40 años, y hace unos días, al preguntarle por ella, emocionado me dice: “Con muchos achaques, pero Dios me la tiene viva. Le doy muchas gracias. Espero, aunque es anciana, me la deje muchos años más”. “Mamá” no tiene edad, ni color, ni raza, es simplemente el ser a través del cual, por la unión perfecta con un hombre, trae vida a este mundo, que aún convulso, entiendo por siempre, la mantendrá en un lugar especial como lo merece.
Es importante, en medio del correr de estos tiempos modernos y la insaciable necesidad de búsqueda de cosas materiales, que, aún importantes, son irrelevantes al comparar con los nexos entre nuestros seres queridos, familia, amigos y, como no será, revisar si damos tiempo y calidad a ellas en nuestra agenda cotidiana.
Revisar nuestra interacción, evaluando si la tenemos en un sitial preferencial dentro de nuestra escala de prioridades o si, por el contrario, si sobra espacio, le llamas, le visitas, justificándote interiormente con la frase “casi no la veo, porque tengo demasiadas ocupaciones”.
Aprovecha que la tienes, para disfrutarla, y si ya le has dado nietos, enséñales su valor. Aquellos que, como yo, la han perdido porque ya partió con el Señor, recuérdala siempre con lo mejor que recibiste de ella, y si sientes alguna culpabilidad, “el amor cubre multitud de faltas”. Enhorabuena, mamá.