Prejuicio

Estando en Barcelona, luego de estar durante todo el día en una actividad de trabajo, decidí regresar la misma noche a Madrid. Como solía ser, viajaba en un tren rápido, que es el AVE, tomando un boleto para las 11 de la noche.

Estando en Barcelona, luego de estar durante todo el día en una actividad de trabajo, decidí regresar la misma noche a Madrid. Como solía ser, viajaba en un tren rápido, que es el AVE, tomando un boleto para las 11 de la noche. Todo fue muy repentino, ya que andaba con prisa, y abordé otro por error. Inmediatamente entro al mismo, me doy cuenta de que ese no era, pero arranca, sin darme tiempo a salir. Las condiciones en que se encontraba dicho tren eran escalofriantes: personas de todo tipo, fumaban, tomaban alcohol, ya que el mismo era considerado de la peor línea de trenes de todo Europa en términos de categoría y precio. Mi reacción fue quedarme tranquila, a ver si bajaba en la estación más cercana. Me tocó estar de frente, en una especie de camarote con cortina para cerrar, de una pareja de jóvenes entre 22 a 25 años, los cuales llevaban las siguientes características: piercing en la nariz, labios, lengua, orejas, parte central de la frente, y tatuadas sus manos y brazos. Como es natural, sentí, más que miedo, gran pánico. Los primeros 10 minutos fueron para mí una gran pesadilla, y empecé a llorar. Como temerosa de Dios, ante este evento, también oraba. Ambos me miraban, se miraban, y me dieron una gran sorpresa. Llevaban como alforja un sándwich grande en pan baguette, el cual la chica desenvolvió completo, del papel toalla que lo cubría y que tímidamente me pasó para que seque mis lágrimas, preguntándome: “¿Qué le pasa?”, a lo que respondo, con una negación de mi cabeza, que nada. Insisten, preguntando si hablo inglés, para ayudarme, ya que los mismos eran canadienses que estaban de vacaciones. Esta actitud provocó en mí cierta confianza, y hasta gratitud, y empecé a calmarme. Conversamos brevemente, y me dijeron que estaban ahí y me ayudarían con lo que necesitara. Me pasaron del pan, para que tomara primero que ellos, una botella de agua cerrada, y hasta él se quitó su chaqueta, ya que la calefacción del tren no era buena, para que me abrigase. ¡Tremenda lección! Se convirtieron en mis dos ángeles guardianes, tanto que me olvidé de las condiciones del ambiente, aun escuchaba voces afuera, y alguien intentó mover la cortina para entrar, y ellos, como autómatas, se detuvieron en medio para evitar que siquiera miraran. ¡Uno de mis mejores viajes, y de mis más lindas experiencias! Y hasta el final del trayecto, me acompañaron a bajar.

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