Durante el recreo se ganaba un palito de coco por la venta de una bandeja de 20, con apenas 8 o 9 años, mientras su madre lavaba y plancha a dos o tres familias para mantenerlo. En mi época de estudiante universitaria, una compañera se acercó a mí para ofrecerme el servicio de pasarme los trabajos a máquina, al darse cuenta de que yo iba a los lugares donde se dedicaban a eso, pero no cerca del recinto donde nos encontrábamos. Ella, sin intentar bajo ningún supuesto negar su estatus económico, me expresó lo siguiente: “Soy muy pobre, vivo en un callejón, y con mucho esfuerzo de mi trabajo estoy pagando esta universidad privada, pero mi madre aún en la actualidad trabaja vendiendo café y té desde las 5am en la salida hacia la avenida”. Nunca he podido olvidarla y no la he vuelto a ver, ya que era una de las más educadas, siempre bien puesta con su uniforme de trabajo, y dentro del grupo con las mejores calificaciones.

Si hay algo por lo que me motivo cada semana a escribir, y agradezco este medio permitir hacerlo, es que, desde la postura de madre y psicólogo clínico, la gran mayoría de recomendaciones para la formación de los hijos, teniendo yo 3, con mucho esfuerzo levantados y aterrizados, hasta a veces de manera forzosa, siempre recordándoles que nada cae del cielo a las manos, sino a base esfuerzo, trabajo honrado y perseverancia, en la actualidad por todas la vías se vende todo lo contrario, sacrificarse para darle lo que no se tuvo y que no pasen “trabajo” para que no les afecte la “autoestima” y para que no se “frustren”, lo que trae como consecuencia un costo muy alto en el desarrollo personal del individuo. Préstamos bancarios para lo que se le llama un “buen colegio”, que a veces equivale además sobre 2 horas para transportarlos a este, colocarlos en un ambiente en el cual no pueden llevar a cabo las exigencias que demandan los mismos, ya que no es solo pagar la cuota, sino cómo conlleva a actividades dentro y fuera del mismo, con ese esfuerzo de que se “codeen” e interactúen con personas de un nivel superior a ellos.

De aquí salen conductas ya adultas de inadaptación a niveles inimaginables, como las hemos visto en estos últimos días. Mucho cuidado con ese “afán” de ofertar lo que no tienes ni puedes. Educa en valores.

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