“Ahora que soy joven voy a dar todo lo que esté a mi alcance para lograr una posición, educar a mis hijos y no pasar por las estrecheces con las que me crié”. “Es increíble, llego a mi casa todos los días después de las ocho de la noche”, expresa una joven madre a unas de sus amigas, quien responde: “Yo, al contrario, tenía un trabajo ejecutivo con un alto ingreso, pero mi esposo y yo tomamos la decisión de hacer algo a medio tiempo para evitar eso y poder dedicarles tiempo a nuestros hijos”. “Tengo tres hijos ya adolescentes y no sé qué hacer con ellos; se me están yendo de las manos, casi no me respetan. No sé qué hacer. Desgraciadamente he dedicado todos estos años, tratando de buscar el bien de ellos y darles todo le que necesiten, y pagarle buenos colegios”.
Hace unos cuantos años, una pariente cercana, quien emigró desde muy joven hacia los Estados Unidos, dejando sus hijos con su abuela por años hasta poder hacerles documentos, y llegó a tener una buena posición económica, me manifestó lo siguiente: “Me arrepiento, no tengo hijos delincuentes, pero perdí sus mejores años y llegaron a una sociedad donde los crea tan independientes, que se han ido ya adultos a diferentes estados y paso uno y dos años sin verlos”.
Estas situaciones de vida las quiero aprovechar para llevar a reflexión, porque ustedes están negociando el tiempo y calor que se debe dar a su familia y, por ende, como progenitores, a sus hijos. Cuando analizo estas cosas, no las puedo pasar por alto sin intentar mínimamente dejar a aquellos que siguen este espacio la oportunidad de hacer una introspección acerca del compromiso y, como enfaticé en un entrevista reciente que me hicieron en una estación de radio, la responsabilidad absoluta de los padres y tutores de mantener el cuidado de estos.
Hasta dónde vale la pena, si observamos los planteamientos de los ejemplos con lo cuales iniciamos, descuidar la empresa de mayor valor que es el hogar, arriesgando el desarrollo integral y sano de tus hijos, simplemente por querer llenar en ti mismo cosas materiales que no tuviste, pero es probable, casi seguro, que tiempo, amor y cuidado sí recibiste. Repetiré por siempre la frase de que solamente con familias sanas tendremos sociedades sanas. Hoy son muchas las cosas que están caminando al revés, por tanto, ser coherentes en valores, ejemplo y, lo más importante, amor acompañado siempre de autoridad y respeto, debe ser más que nunca tu baluarte.