Hace un tiempo, regresando en un vuelo Madrid-Santo Domingo, me puse a ver una película. La trama de la misma consistía en un joven de alrededor de 30 años que intentaba secuestrar un tren, manteniendo en uno de sus vagones varios rehenes, sumamente armado. En medio del suspenso, tenía una disyuntiva sobre lo que había decidido hacer, en combinación con el grupo al que pertenecía, y el choque que le ocasionaron los pensamientos que fluían a su mente acerca de todo lo que su mamá, desde niño, le había inculcado. Navegando en el recuerdo, cuando las frases de amor al prójimo, respetar a los demás y una serie de valores martillaban en su cabeza, éste se frenaba, y con ello se debilitaba la intención de agredir a cualquiera de las personas. Durante todo el nudo de la película, no hacía otra cosa, mientras más amenazaba, que pensar en la forma amorosa en que la madre le aconsejaba sobre lo que era bueno o malo. A medida en que arreciaba la situación y se sentía acorralado por el sonido de las bocinas que le decían que se entregue, éste, en su desesperación por ejecutar su plan y casi enloquecido, sin mostrar temor por su propia vida, gritaba por lo general diciendo: “¡Ya, ya, mamá, ya! ¡¿Por qué no puedo dejar de pensar en lo que me enseñaste y lastimarlos?!”, hasta el punto en que decidió, sin mostrar jamás miedo a lo que le pudieran hacer las autoridades, entregarse, expresando con gritos desesperados que no podía hacerlo y pidiéndole perdón a su mamá, quizás ya muerta, por lo que intentaba hacer.
Sembrar valores cuesta, ya que es mucho lo que hay que corregirles a los hijos, especialmente en la actualidad, donde aparentemente todo es permitido, de forma tal que las personas se me acercan, especialmente madres con niños pequeños, por todas las dudas que tienen acerca de la educación en la familia. He querido citar este ejemplo, aunque es de una película, no fue real, intentando mostrar el peso que tiene en la vida ya adulta lo que se aprende dentro del hogar. Mantener valores y reglas firmes en nuestras familias, con valores cristianos, éticos y morales, pero, sobre todo, con lo que insisto siempre es la fuerza principal con la cual podremos cambiar y rescatar todo lo que se ha perdido, el amor. No te canses de enseñar.