“Ven, vamos juntas a hacer un recorrido por nuestro pueblo, porque sé que cuando vienes apenas sales”. Como aquel que nunca había visto una casa bonita o mucho menos una gran ciudad, en sábado santo, me mostraba los cambios operados en nuestro pueblo en sectores muy pobres, donde se ven pequeñas viviendas, ya no de madera, sino de concreto, con hermosos colores. No cesaba de repetir: “¡Este pueblo es bello, muchacha, y ahora es que falta!”. Esta persona, quien es mi prima hermana, de cincuenta y tantos años, tiene cuarenta aproximadamente viviendo en los Estados Unidos, hoy en la zona de Orlando en una gran residencia, la que mi hija describe como un palacio. No obstante, hace unos dos años, empezó a hacer una casa en nuestro pueblo, la cual fue diseñando para que sus hermanos, los cuales son más o menos diez, y la mayoría fuera del país, tengan su lugar para habitar juntos. Al final del recorrido, aunque ya la había visto desde afuera, me lleva a conocerla, y lo impresionante de todo es que, más que una casa llena de salones, está diseñada, tal cual lo expresó, “para que quepan todos”. Le pregunto: “¿Vienes a vivir para acá?”, y me dice: “Mira, si la gente supiera lo que implica pasarse la vida fuera de su país, dejándolo todo para ir en busca de dinero y prosperar, entendería que no vale la pena.” continúa: “¿Sabes lo que es alguien de mi edad en Estados Unidos siendo extranjero? Un sofá más de una casa vacía. Tuve mis hijos, los formé, compramos esa casa para disfrutarla con ellos y mis nietos. Hoy, todos están dispersos en diferentes estados, y mi esposo y yo vivimos solos. ¿Sirvió de algo?”.
Antítesis de esto, aparentemente casual, el Viernes Santo, visitando otra prima aquí en la capital, quien vive alrededor del Acuario, a mi despedida, fuimos a saludar una familia, también de nuestro pueblo. Al abrir los brazos, la señora me dice a raíz de verme: “Aquí mi hija, que no iba a cocinar, pero se me aparecieron mis hijos y nietos, que viven todos cerca de mí, y mira que aún quedan algunos, y ya deben haber comido más de treinta personas. Grecia, estoy muy agradecida de Dios por mantenerme cerca de mi familia. Soy feliz, no puedo pedir más nada”. Respóndanse a ustedes mismos, ¿Qué es lo más importante?