Llevamos más de dos meses todos dentro del lugar que posiblemente en las últimas dos décadas apenas hacíamos acto de presencia. El factor tiempo, distribuido en múltiples actividades, impedía estar disponibles para aquellos seres y espacio especiales donde verdaderamente era valiosa y necesaria la inversión de este. Me refiero al hogar, compuesto por lo que es una familia, la cual, a la velocidad que estábamos, cada día esta era la más perjudicada, al punto de perder su verdadera esencia, que es ser el primer ente social donde se crea la zapata para el comportamiento emocional sano de los individuos, empezando desde la primera infancia, como una esponja, nuestro niños se llenarán de todo aquello que nosotros padres, tutores o adultos les suministremos, puede ser amor, respeto, valores o todo lo contrario, violencia, inestabilidad, temor. Estos últimos muy de la mano con el estrés que provoca precisamente el creerse que no tenemos el tiempo, convirtiéndose en un círculo vicioso. Es por ello, que de manera colectiva, la queja permanente en nuestra sociedad es su deterioro, el cual se debe, sin buscar culpables, a lo que en el interior de nuestras familias se ha estado viviendo. Por tanto, se que todos, de una forma u otra, en la circunstancia actual, nos hemos autoevaluado en búsqueda de qué podemos cambiar o qué necesitamos que nuestros próximos cambien.
Hoy pretendo ejercitar lo concerniente a una figura muy especial, en cuyo honor celebramos este domingo esperado por todos, y es el Día de las Madres. Son muchos los hijos que han estado preocupados por creer que no se podría salir a buscar el merecido regalo, cada cual dentro de sus posibilidades. Esto ha sido una de las cosas que en nuestro país ha causado ansiedad, por la falta de productividad económica y el cierre de los negocios, de manera especial restaurantes, los cuales se adueñaron del espacio de compartir en la mesa de nuestras casas, siendo la cita de las familias para festejar a mamá. Aplausos, gran oportunidad de revisar qué me ha demandado ella o qué no ha demandado con palabras, pero su alma anhela, que no cuesta dinero.
Posiblemente sea la única vez en la vida donde, aún con separación física, daremos el mayor obsequio jamás entregado, que es dar la mayor muestra de amor genuino, necesidad de abrazarla y expresar realmente cuánto vale mamá.