Vemos cómo personas comunes y corrientes, sin preparación académica, manejan sus vidas y logran equilibrio en ellas. Inversamente, otros, facultados con todo tipo de conocimiento, en lo cotidiano son un desastre y, más aun, quienes les rodean no entienden cómo siendo tan “inteligentes”, a la hora de enfrentar situaciones de conflicto, les es difícil encontrar salidas adecuadas para la solución de ellas.
Normalmente se cree que los intelectuales, como tales, deben estar dotados de capacidad para manejar las cosas sencillas del día a día y, más aun, cuando aparecen situaciones fuera de control, las cuales implican asumir posiciones, decisiones y, a veces, a partir de ellas, transformaciones en sus vidas y entorno, especialmente familiar y laboral. No obstante individuos simples y sin ningún tipo de preparación intelectual, durante años, han enfrentado los eventos acontecidos a su alrededor, y los convirtieron en experiencias para ayudar a otros; vivencias tales como: pérdidas económicas, de seres queridos, de salud; por ejemplo, una joven que a sus 23 años, a raíz de un accidente, le amputan su pierna derecha, estando esta parada en la acera para cruzar la calle con su niña de 4 años, la cual murió de manera inmediata al embestirla un vehículo conducido por un borracho. Han pasado los años y, al día de hoy, no solo ha estudiado, sino que es una mujer de negocios, se volvió a casar y tiene una hija ya adolescente; perder su pierna y su otra niña no impidió que esta continuara de cara a la vida.
Por otro lado, otras personas, ante situaciones mínimas comparadas con esta que acabamos de narrar, nunca más se han parado de una cama; y aparece la frase: “No entiendo cómo una persona tan ‘inteligente’ no ha podido superarse jamás.”.
Es a esta capacidad de manejo de conflictos y problemas, que no tiene nada que ver con lo académico e intelectual, que se le llama hoy en día inteligencia emocional.
Ahora bien, quiero citar, en base a mi propia experiencia en mi vida espiritual, que independientemente de todo hay una fuerza y capacidad que viene más allá del hombre, y es aquella que viene de Dios, quien faculta a quienes le creen y le buscan, para un manejo adecuado de su vida diaria, que quienes les rodean se preguntan cómo humanamente pueden estar tranquilos, confiados, y, como dice la Biblia, teniendo “paz en medio de la tormenta”.