Hoy quiero citar varios personajes bíblicos de los cuales siempre he querido tener un poquito de cada uno, como si en mi interior pudiera preparar un coctel de actitudes, sentimientos y acciones que estos encarnaban. Empiezo por María, mujer de cuyo vientre nació el único ser humano, también 100 % Dios, que ha dividido la humanidad en antes y después de Él, Cristo, que supo callar con la máxima discreción asumiendo los riesgos de censura de la época ante una mujer que no tenía esposo; Ester, esposa de un rey, quien arriesgó su vida en un acto que permitió la no destrucción del su pueblo; Ruth, agradecida y fiel de su suegra, que al morir su marido dejó todo para seguirla diciéndole “tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”; Abigail, un personaje que suelo poner como ejemplo a las mujeres casadas que me ha tocado dar consejería y terapia de pareja, por su capacidad y valentía en defensa de su esposo, asumiendo inclusive responsabilidad a la hora de verle en peligro, de manera sabia e inteligente. Sarah, longeva, quien supo mantener espera por su fe de la promesa de tener un hijo de su esposo Abraham, a quien se considera Padre de la Fe; Deborah, única mujer jueza en Israel, a quien los hombres de aquel entonces acudían debajo de una palmera en busca de estrategias y consejo ante conflictos nacionales y en ocasiones bélicos.
Siempre he sostenido el postulado de que no tengo por qué defender ni mucho menos llegar a pugnas por mi posición de ser mujer, en vista de que como pueden ver en estas mujeres citadas, que, desde siempre, independientemente si se alborote o no, hemos tenido roles importantes y únicos. Sencillamente tenemos roles distintos al del hombre. Nunca pretendería echar un pulso, porque desde la propia naturaleza en todos los aspectos, poseemos un sistema hormonal diferente, como en el manejo de las emociones, que no somos iguales y, a la vez, el uno es complemento del otro.
La característica principal en cualquier área de la vida de una persona segura es la no necesidad de mostrar quién es. Como nunca, nosotras con múltiples facetas de madres, esposas, hijas, profesionales, en nuestros hogares, sociedad, debemos destacar la prudencia, la espera, conciliación y, sobre todo, esa capacidad de dar amor, ternura, apoyo, asegurando con esto, aún en crisis como se vive hoy, la defensa y seguridad de la salud mental de las familias y, por ende, de la sociedad. Tremendo rol.