Si hay algo en lo que el hombre de hoy está centrado y preocupado, es en buscar mecanismos que le ayuden a mantener una buena salud. En esa búsqueda, las personas tratan de mantener y de aprender regímenes alimenticios, a través de los cuales puedan mejorar su estado físico. Podemos observar que en distintas localidades de nuestras ciudad se han equipado algunos parques con máquinas y equipos para realizar ejercicios, y así con ello facilitar a aquellos que, o no les gusta acudir a un gimnasio, o que sus recursos económicos no se lo permiten.
La palabra salud está presente en cualquier lugar donde nos encontremos y, sobre todo, la pregunta “¿Qué está pasando que hay tantas enfermedades?”. Si te das un recorrido, tanto por clínicas privadas como por hospitales, podrás ver el abarrotamiento de personas de todas las edades con dolencias de todo tipo.
Hay un ingrediente elemental, en el cual no se hace énfasis, ni mucho menos se le da seguimiento, y es el correr diario, colectivamente querer que el día tenga 48 horas para que pueda rendir y que la noche no exista para no perder el tiempo durmiendo. No hay que ser científico para entender que hay algo común a todas las clases sociales, que afecta la estabilidad del organismo de los individuos, y es el estilo de vida que acabo de señalar, el cual conlleva a desequilibrar la vida emocional y, por ende, la salud física.
“Mente sana, cuerpo sano” es algo que se ha repetido durante mucho tiempo. No obstante, la mayor preocupación consiste en cuidar el cuerpo y abandonar a un total descuido lo que es base para una buena salud, el manejo del día a día, qué pones de prioritario desde que te levantas hasta donde termina tu faena diaria. De nada te sirve tomarte fines de semana en resorts, hacer ejercicios y dietas diarias, cuando tu vida está permanentemente colocada sobre un patín, que te lleva a la velocidad mayor que pueden tus piernas. Y, al bajarte de ellos, descubres que de igual forma el tiempo no te alcanzó. Todo lo dicho anteriormente es importante, pero lo es más aún cómo te levantas, te manejas en tu trabajo, si aquilatas tu relación con tus hijos y tu familia, poniendo en orden las cosas a las cuales debes darle prioridad.