La República Dominicana está gobernada por un grupo de empresarios que no domina la disciplina económica, no tiene la más peregrina idea de cómo generar empleos y tampoco sabe cómo entregarle bienestar a la población.

El presidente Abinader prometió en su primer mandato generar 1 millón de empleos. Han transcurrido más de 4 años y obviamente no cumplió. Nuevamente la terca realidad le ha dado en la cara.

Estamos en presencia de un gobierno que habla mucho, promete demasiado y hace muy poco. Un gobierno que dice vamos a hacer, pero nunca se le oye decir ya hicimos.

Nos gobierna un grupo de empresarios ajenos a las necesidades de millones de ciudadanos que se sienten abrumados, desprotegidos y decepcionados de tantas promesas incumplidas.

Un gobierno que ha sido incapaz de generar oportunidades laborales. Entre el cierre de 2019 y el 30 de septiembre de 2024 solo se han creado 312,686 nuevos empleos, o sea, que en 1,734 días solo ha gestado 180 nuevos puestos de trabajo cada día. La mayoría informales. Solo 4 de cada 10 nuevos empleos fueron producidos en empresas del sector formal de la economía.

Ante un gobierno incompetente que no resuelve, el pueblo se rebusca su propia forma de generar ingresos para cubrir sus necesidades más elementales. Un total de 214,918 de los puestos de trabajo generados, corresponden a empleos en establecimientos del sector informal.

Este gobierno es incapaz de delinear un plan parara impulsar la creación de empleos formales con garantías sociales. Solo le interesan los negocios al amparo del poder.

En la puesta en escena que preparan para el próximo 27 de febrero dirán que en 2024 el producto interno bruto creció en torno al 5%. Ignoran que hace más de 60 años Simon Kuznets señaló que el PIB, a pesar de que es un indicador ampliamente utilizado para evaluar el desempeño económico de un país presenta serias limitaciones para ser utilizado como indicador de bienestar.

Kuznets, en 1962, señaló que no se sentía muy orgulloso del indicador que había ayudado a crear, porque a final de cuentas una medida que, teóricamente iba a reflejar el bienestar económico, terminó siendo la suma de todos los bienes y servicios que produce un país en un año. “Se deben tener en cuenta las distinciones entre la cantidad y la calidad del crecimiento”, dijo Kuznets.

Han transcurrido más de seis décadas y el PIB continúa siendo utilizado para medir la riqueza, sin reparar que refleja de manera imperfecta la producción de bienes y servicios en una economía, y no tiene en cuenta la manera en la que se distribuyen los ingresos generados entre la sociedad.

Como sucede en la República Dominicana, un país puede tener un alto PIB, pero si los ingresos están concentrados en una pequeña élite, el bienestar para la mayoría de la población puede ser bajo o nulo. El problema no es el PIB en sí mismo, dicen las voces críticas, sino el poder supremo que se le ha dado para reflejar el éxito o el fracaso de un país.

Connotados economistas han señalado que, si bien se reconoce que el crecimiento económico ha generado más trabajo, mejores ingresos y más riqueza, las desigualdades entre las élites y el resto de la población se han hecho más profundas en las últimas décadas. Como lo ha afirmado el laureado Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, se debe poner fin al “fetichismo del PIB”, dicho de otra manera, a “la dictadura del PIB”.

Cuando el PIB es increíblemente alto, no necesariamente refleja lo que ha ocurrido en una economía. Basta recordar el “rebote estadístico” que se verificó en la economía dominicana como resultado de los efectos devastadores de la pandemia del COVID-19 que desplomó la tasa de crecimiento interanual del PIB al -6.7%, entre 2019 y 2020. Este hecho, propició un “espectacular rebote estadístico” reportó en 2021 un aumento del 12.3% que el presidente Abinader y sus acólitos quisieron vendernos como un milagro económico de este gobierno de empresarios.

El aumento del PIB no es sinónimo de mayor bienestar para toda la población. Hoy, en la República Dominicana, el crecimiento económico continúa concentrando la riqueza, por lo que la prosperidad no se comparte y sigue siendo solo para los amigos.

Para disponer de una fotografía más realista se sugiere examinar, por ejemplo, el producto interno bruto por persona, así como la evolución del crecimiento del PIB y del producto por habitante, descontado por el nivel de desigualdad, medida a partir del índice de Gini. En todos los casos, este gobierno de empresarios sale mal librado.

Esperamos que el próximo 27 de febrero se le hable al pueblo de frente y con la verdad en la mano.

La triste realidad es que se han perdido cuatro años, y seguramente perderemos cuatro más.

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