Una parte importante de la población mundial se resiste a vacunarse bajo miles de argumentos. Algunos parecen disfrutar cuando hay un rebrote en poblaciones vacunadas superior al setenta por ciento, se regodean pretendiendo, sin ser científicos, que tienen la razón de que la vacuna no protege o peor aún que puede tener efectos secundarios en un futuro cercano.
Nosotros tampoco somos científicos, entendemos que estas vacunas no se han desarrollado al azar, son fruto de muchos años de investigación y las importantes tecnologías que se tienen ahora a la mano.
Mi preocupación siempre está basada en la experiencia propia, y precisamente dos buenos amigos conversando sobre la resistencia de muchos a la vacuna del covid-19, cayeron en el tema del polio.
Me preguntó uno de ellos del porqué yo no había sido vacunado. Le dije que la primera vacuna contra el polio la descubrió Jonas Salk en 1955. A mí la polio me afectó un año después, y hay que imaginarse que este era un pequeño país, con muy poca información, complicada con una tiranía que nos aislaba del mundo.
La poca información era tan grande que me cuenta mi mamá que en los días que me afectó el virus ella leía sobre polio y se lo comentó al que era mi pediatra en esos momentos y él le dijo “polio no es una enfermedad tropical”, cuando se dio cuenta de mi enfermedad dejó de atenderme, para suerte mía, porque a partir de ahí y por muchos años mi pediatra y el de mis hijos fue ese ser humano irrepetible, el doctor Jaime Jorge.
La polio pudo finalmente controlarse gracias a la vacuna oral de Albert Sabin. Ambos virólogos hicieron una contribución enorme al mundo, no sólo desarrollaron la vacuna, sino que se negaron a patentarla para beneficio de la humanidad.
Le contaba al amigo que la resistencia en ciertos círculos es tan grande, que este año que estuve interno en un centro de rehabilitación en Estados Unidos, fruto de una cirugía, una de las doctoras que me visitó, su especialidad es tratar pacientes de pospolio.
No he conocido muchos doctores de esta especialidad y siempre los busco para que entrenen a nuestros médicos en Rehabilitación y para mí la gran sorpresa fue cuando le dije que me imaginaba que cada día tendría menos pacientes porque muchos ya por edad morían y me dijo que todo lo contrario, que había un renacer de afectados por la enfermedad, fruto de todas estas creencias que las vacunas son cuerpos extraños que no deben entrarse al cuerpo porque este genera sus propios anticuerpos contra las enfermedades. De ser así no existirían las medicinas.
Los científicos que saben mucho más que nosotros, en su mayoría están no solo a favor de la vacuna para el covid-19, recomiendan cada año protegerse contra la influenza, gracias al desarrollo de variantes de un virus estacional.
El Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) por sus siglas en inglés, estima que hasta cincuenta y dos mil personas mueren al año en Estados Unidos como resultado de la influenza o flu, son los propios norteamericanos el mejor ejemplo de que la vacuna funciona.
La administración Trump estuvo en contra de las vacunas, cierto que aún no estaban aprobadas, pero sin dudas la administración de Biden logró en poco tiempo vacunar a esa parte importante de la población que sí cree en vacunas y hemos visto como han disminuido de forma importante los infectados.
La discusión sobre la pertinencia o no de vacunarse es mayor ahora que centros de trabajo, de diversión, transporte colectivo, eventos sociales, deportivos, etc., están exigiendo la presentación del carnet que certifica tener por lo menos dos dosis de las vacunas aprobadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) por sus siglas en ingles.
Los países que han aplicado con rigurosidad las vacunas han logrado reducir la cantidad de personas infectadas. Nuestro país es un ejemplo, lo cual no quiere decir que estemos exentos a rebotes, especialmente la apertura de clases, la época navideña, el hecho de que muchos han perdido el miedo al virus y la temporada turística son sin duda un riesgo de un rebote.
Ese riesgo lo tienen todos los países y como le comentaba al amigo, ahora que nos queda la parte más reacia de la población a vacunarse, unos por ignorancia otros por exceso de información, ambos creándonos problemas.
Se discute sobre la inconstitucionalidad de la medida de impedir que una persona acceda a un puesto de trabajo por no tener la vacuna, pero muchos nos preguntamos hasta dónde esas personas tienen derecho a contagiarnos con los efectos secundarios que siempre serán mayores entre los vacunados y los no vacunados.
Todos tenemos derecho a protegernos y como decía Juárez “el respeto al derecho ajeno es la paz”, podemos decir lo mismo con los que no quieren vacunarse.