Principalmente, los que más lo necesitan son los que menos tienen de tan apreciado recurso… no renovable, por demás.
Como asesor en productividad encuentro diversas razones por las que el tiempo no les alcanza a mis coachees. El factor más común es el desperdicio. No creo en el sistema de manejo del tiempo convencional, el de priorizar para realizar lo más urgente primero. Ya sé, hay personas que no desperdician, me queda claro.
¿Alguna vez has salido de vacaciones? Piensa en el día antes de irte: ¿Eres más asertivo? Por lo general, sí. En ese principio se basa mi taller de productividad, compilado en mi libro: ¿No tienes tiempo?
–Pero, Diego Sosa: ¿A qué se debe que desperdiciemos?
Es fácil, las tareas se adaptan al tiempo que decidamos asignar. Si nos planteamos escribir un artículo para el próximo mes, le asignaremos tiempo luego. Y si empezamos, quizá vayamos por partes, y haremos montones de correcciones: tenemos tiempo. Pero si es para mañana, nos pondremos en ello de inmediato. Recolección de información y dedos a la obra. Utilizaremos menos tiempo en lograrlo.
Un amigo nos escribe por chat en medio del día antes de irnos de vacaciones, seguro de que le responderemos al día siguiente. O le enviaremos un mensaje corto que no genere una larga conversación.
Si un cliente está esperando un trabajo nuestro, de inmediato, lo terminamos; el mismo que tenía días o semanas en nuestro escritorio, y no encontrábamos tiempo para hacerlo.
En nuestra vida fuera del trabajo pasa igual. Vamos empujando esa tarea que tanto nos pesa, por insignificante o poco atractiva. Peleas con la pareja aparecen por no cambiar una bombilla, por ejemplo.
Una llamada de una amistad es suficiente para patear nuevamente lo que no tenemos tiempo para realizar. Le acompañamos a hacer compras o a reparar algo en su casa. Hemos priorizado, solo que no a nuestro favor.
¿Puedes listar tres cosas por hacer y actuar como si tuvieras que entregarlas ya? Te aseguro que saldrás de ellas y te las sacarás de la cabeza.