Todo país de alto riesgo sísmico, donde han ocurrido grandes y devastadores terremotos, como lo es la República Dominicana, necesita disponer de un Centro Nacional de Sismología, dotado de la más moderna tecnología en materia de sismómetros, sismógrafos, acelerómetros, y acelerógrafos, distribuidos en todo el país, y ubicados a lo largo de los ejes de las principales fallas geológicas sísmicamente activas, y en las llanuras aluviales cercanas a las fallas geológicas regionales, por ser las fallas de mayor potencial para producir grandes terremotos, haciendo esfuerzos para que en cada zona de medición se instalen estaciones para obtener las aceleraciones sísmicas producidas en suelos flexibles y en rocas rígidas, previa microzonificación sísmica local, a los fines de contar con los valores de las aceleraciones sísmicas que se producen en suelos y en rocas cada vez que una sacudida sísmica es registrada por la instrumentación instalada, ya que esa base de datos es fundamental para construir mapas de isoaceleraciones sísmicas locales que sirven de sustentación al Reglamento Sísmico aplicable a toda construcción.
Un buen Centro Nacional de Sismología debe trabajar de la mano de un buen Servicio Geológico Nacional, para levantar las informaciones geológicas detalladas de los principales núcleos urbanos, turísticos e industriales, incluyendo mediciones de las velocidades de propagación de las ondas sísmicas de corte para clasificar las rocas y suelos, obtener los factores de amplificación local en los diferentes tipos de suelos en función del módulo de rigidez del suelo y del espesor de ese suelo, y calcular válidos espectros de respuestas sísmicas para las rocas y suelos de cada demarcación, y así obtener los períodos de vibración para cada capa estratigráfica de cada suelo, y con toda esa información poder diseñar estructuras verdaderamente sismorresistentes, especialmente cuando se trate de hospitales, escuelas, torres habitacionales, plantas eléctricas, puertos, aeropuertos, represas y puentes.
Un buen Centro Nacional de Sismología debe instalar suficientes micromagnetómetros a lo largo de los ejes de las principales fallas geológicas sísmicamente activas, a los fines de obtener y analizar las variaciones del campo electromagnético local, antes, durante y después de cada evento sísmico importante, pues durante las horas previas a una gran rotura sísmica se producen alteraciones del campo electromagnético local fruto de las fricciones y compresiones que se producen entre los silicatos constituyentes de las rocas ígneas que se colisionan en los bordes de las fallas geológicas que están en proceso de rotura sísmica, porque esas fricciones y compresiones generan corrientes piezoeléctricas que a su vez generan un microcampo electromagnético local que interfiere en forma de ruido electromagnético con el campo electromagnético que cubre nuestro planeta Tierra.
Sin embargo, en la República Dominicana nunca invertimos suficientes recursos económicos para dotar al Centro Nacional de Sismología de todo el equipamiento tecnológico de última generación necesario para servirle eficazmente a toda la nación, pues, sin lastimar a nadie, en la República Dominicana nos acordamos de los terremotos cuando ocurren fuertes temblores de tierra, y nos acordamos de los huracanes cuando se avisa de que ya es una realidad el hecho de que algún huracán viene en camino hacia nuestra vecindad, pero, fuera de esos inevitables momentos, poca gente se preocupa por el tema, y, peor aún, muy poca gente le da seguimiento al tema de la prevención de desastres.
Y tan escaso es el interés que ponemos a nuestro Centro Nacional de Sismología, que ahora nos enteramos, a través de medios de comunicación, que el limitado espacio para colocar la instrumentación para recepción de la data sísmica obtenida en cada estación de medición, está siendo reducido a su mínima expresión, pues, al parecer, a los planificadores y optimizadores de los usos de los espacios disponibles dentro de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), institución académica que alberga al Centro Nacional de Sismología, se les ha ocurrido la “genial y brillante” idea de utilizar parte del espacio del Centro de Sismología para alojar otros servicios institucionales que, nada, absolutamente nada, tienen que ver con la sismología, en una clara señal de que para algunos profesionales al servicio de esa alta casa de estudios superiores, un Centro Nacional de Sismología no cumple ninguna función para la salvaguarda de la población, y que ese espacio estructural puede desempeñar cualquier otra función, aparentemente más importante que monitorear la sismicidad que cada día amenaza a nuestra nación y a nuestra región.
Debilitar aún más el siempre debilitado Centro Nacional de Sismología, es enviar, desde la universidad estatal, muy mala señal a una sociedad que espera que en cualquier momento se produzca un gran terremoto como el ocurrido en Nagua el 4 de agosto de 1946, el cual fue seguido por un gran tsunami, o como el ocurrido en Puerto Príncipe el 12 de enero de 2010, con un saldo de 316 mil muertes y 350 mil heridos, siendo el peor desastre sísmico global de los últimos 100 años, por lo que se entendía que después de ese terrible sismo la República Dominicana importantizaría la sismología, e invertiría suficientes recursos económicos para disponer del mejor Centro Nacional de Sismología, pero, en lugar de importantizarlo, lo que se ha hecho es marginarlo como maldad, en un frío sótano de la UASD.