Soy usuario de los servicios de taxi “modernos” que funcionan conectados a INTERNET. El servicio es bueno, pero tiene sus fallas, comenzando porque sus taxistas –igual que “tradicionales- hacen trucos para engañar a los clientes.
Lo he sufrido. La última vez las víctimas fueron una pareja de turistas argentinos amiga, que solicitó un servicio para ir a mi hogar ubicado en una popular, concurrida y conocida calle, a una cuadra de la sede del Banco de Reservas.
El bellaco se “perdió”, e hizo trucos para que las agujas del reloj siguieran marcando tiempo y aumentar el precio. Se estacionó junto a un hotel de la Winston Churchill a escasos minutos del edificio donde resido. No encontraba mi calle. Enviamos la ubicación por Google Mapas. Tenía que moverse dos cuadras doblar y pasar una esquina para estar en la ruta que marcaba el mapa. Asumimos el supuesto de que el mapa se distorsionara y tampoco sirviera; entonces le explicamos por teléfono qué hacer. Nada fue suficiente.
Se hizo el estúpido. Convencidos que hacía un montaje para sacarles un dinerito a los amigos, confirmamos su ubicación y acudimos al rescate, para que la astronómica factura no aumentara más. ¿Reclamar, a quién… es otra historia? Pagamos y ya. No era la primera vez. En ocasiones anteriores me ubiqué en una esquina de la Churchill, o de la Máximo Gómez y pedí un servicio por Internet. El taxista pasó dos veces junto a mí, hice señas, y nada. Pague $70 pesos en cada caso.
Creo en las ventajas de la libertad de empresas, los beneficios de la competencia, acepto la evolución y modernización de los procesos (creé la primera empresa del país en la que solo había computadoras y tecnología de última generación cuando IBM sacó al mercado su entonces revolucionaria AT). Pero estos principios básicos siempre tienen reglas aplicables por igual a todos los actores.
Nuestro transporte urbano debe evolucionar y convertirse en un servicio eficiente y moderno. El sistema de taxis tiene que mejorar con reglas más exigentes y un estricto sistema de supervisión, sin chatarras malolientes ni rufianes en el volante.
Tarea difícil con la herencia que dejó UNACHOSIN y la inaceptable entrega de los gobiernos a esos “padres de familia”, dueños de las calles. La tarea será más complicada si creamos nuevos privilegios para prepotentes y rebeldes de piratería empresarial que nos llega disfrazada de modernidad, montada en Internet.
Para ordenar a los taxistas deben de comenzar por cumplir la ley 63-17 que exige, entre muchas otras cosas, una “una tablilla de identificación personal, la cual será colocada dentro del vehículo en la forma que determine el INTRANT”. Esta además establece las modalidades del servicio incluyendo: los turísticos, los que usan comunicación y cualquier otra modalidad. El artículo 83 define los taxis “por comunicación o plataforma tecnológica”, y precisa que “deberán estar identificados por el INTRANT con un rótulo fijo, numerado en la parte inferior derecha del cristal delantero”.
El gobierno hace muy bien en eliminar los privilegios a los servicios que se ofrecen por “plataformas tecnológicas” y obligar a estas empresas a cumplir la ley dominicana. La violencia de algunos “tradicionales” es truculenta, pero prepotencia de los “modernos” queriendo desacatar ley es inaceptable. Comencemos ya a poner orden en esto, o infectarán el sector.