Está comprobado que la política monetaria tiene capacidad para influir a corto plazo en el nivel del producto interno bruto y, por tanto, contribuir a recuperar el crecimiento y el nivel de empleo de la economía. Sin embargo, el grado de efectividad con el que la política monetaria pueda alcanzar ese propósito, está condicionado por aspectos técnicos como la relación entre inflación y desempleo, transferencia de la depreciación del tipo de cambio a la inflación, aversión al riesgo de los empresarios y la efectividad de los instrumentos de política utilizados. Esto último depende de la existencia de mercados desarrollados y competitivos, por lo que mientras más eficiente y profundo sean los mercados financieros, mayor será la efectividad de la política monetaria.
No obstante que la economía dominicana ha estado siendo afectada por presiones inflacionarias, las autoridades han considerado que esas presiones no son de origen monetario y han continuado aplicando una política de aumento de la liquidez que han inducido las tasas de interés bancarias a niveles mínimos históricos, para apoyar la recuperación de la producción y el gasto privado. A pesar de la caída fundamentalmente de los ingresos por turismo, la reducción en el gasto privado y una fuerte posición en sus reservas internacionales, también han permitido al Banco Central estabilizar el tipo de cambio y concentrar sus esfuerzos en contribuir a recuperar el crecimiento.
Cuando se examinan los indicadores del sector bancario, varios aspectos convocan la atención. El primero de ellos es el bajo crecimiento de solo RD$53,854.7 millones, 4.4%, de los préstamos bancarios al sector privado, medido de marzo de 2020 al 22 de marzo de 2021. Esto contrasta con las elevadas facilidades otorgadas en el período por el Banco Central para apoyar la recuperación económica, superior a los RD$210,000 millones.
También destacan, la fuerte liquidez que se observa en ese lapso en los indicadores de la banca múltiple y, sobre todo, sus inversiones en instrumentos financieros que aumentaron unos RD$218,000 millones, un 73%, así como la posición neta en moneda extranjera que incrementó en US$1,610.1 millones.
Estos indicadores, además de mostrar la posición favorable de la banca de cara a sus resultados operacionales, también evidencian que si se utilizaron las facilidades de liquidez y no se produjo un crecimiento de similar magnitud en la cartera de crédito, se debe a que se destinaron a refinanciar deuda con la banca, fundamentalmente de las empresas. Esto posiblemente ha evitado la quiebra de muchas unidades productivas afectadas por la caída en sus ingresos y la destrucción de empleos. Estas empresas ayudarían a relanzar la economía y a evitar posibles daños futuros al sistema financiero.
Parecería que la contribución de la política monetaria a la recuperación económica a través de la refinanciación de las empresas ha sido más importante que el aumento de la cartera de préstamo, por lo que en este aspecto no debería utilizarse solo el aumento del crédito bancario para evaluar la política monetaria.
No obstante, los indicadores analizados sugieren que alcanzar los objetivos está resultando costoso a las autoridades monetarias. En este punto, cabe preguntarse si un esfuerzo combinado con la política fiscal no sería más costo efectivo para la consecución de los logros perseguidos. Para ello, se requeriría que esta última redefina sus metas, centradas hasta ahora en una fuerte reducción del déficit fiscal.
Si lo anterior no es posible, y no habiéndose identificado una forma más efectiva y transparente de aplicar una política monetaria oportuna y eficaz en estas circunstancias, aunque los costos sean elevados, parecería no haber otra opción que seguir aplicando la misma receta.