El pasado martes 27 de junio asistí por invitación del Instituto de Educación Superior Especializado en Formación Diplomática y Consular (Inesdyc) al panel rol de las mujeres en la diplomacia, por distinguidas y destacadas funcionarias del saber diplomático (Alejandra Liriano, Angie Martínez, Katia Afheldt (Unión Europa), y Rossy Solís en el Aula Magna Eduardo la Torre del Ministerio de Relaciones Exteriores, con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer en la Diplomacia, proclamada por Naciones Unidas, los 24 de junio de cada año.
El objetivo de la ONU es hacer un reconocimiento al aporte de las mujeres diplomáticas a la paz, al desarrollo sostenible y los derechos humanos, y promover la participación plena e igualitaria de las mujeres en esa profesión.
Históricamente la diplomacia ha tenido una clara preeminencia masculina. Sin embargo, se observa una mayor presencia de mujeres en cargos diplomáticos, impulsando el desarrollo de la política exterior.
Ese día la profesora, embajadora, ex vicecanciller y vicerrectora del Inesdyc, Alejandra Liriano, nos dice que la mujer en el servicio exterior dominicano tiene más puestos que el hombre (aplausos), y que en esta gestión han nombrado más mujeres como jefas de misiones diplomática (más aplausos).
Se refirió también a la política exterior feminista, el cual estoy leyendo hace tiempo, y he querido escribir sobre el mismo pues nos decía la profesora Liriano que es algo que no se asimila en el país.
Todo se inicia en el 2014, cuando la ministra de Relaciones Exteriores de Suecia, Margot Wallstrom, anunció la primera política exterior feminista del mundo, fue recibida entre risas. Las reacciones ante una declaración que incluía un término no reconocido e ignorado. Pero luego se cambiaron las reglas, ya que se inició la institucionalización de un nuevo concepto.
La política exterior feminista está fundada en un conjunto de principios que buscan, desde la política exterior, impulsar las acciones gubernamentales para reducir y eliminar las diferencias estructurales, brechas y desigualdades de género, con el fin de construir una sociedad más justa y prospera. Pero Hacer política exterior feminista no es solo nombrar más embajadoras.
También implica la promoción del multilateralismo con el fin de abordar de forma coordinada los nudos estructurales de la desigualdad de género.
Ningún Estado, ni siquiera el más desarrollado, ha logrado cerrar la brecha de género, especialmente en relación al dominio político. Compartir el poder no es una renuncia fácil, no se trata solo de sumar a más mujeres.
La política exterior está alineada con la Agenda de Desarrollo Sostenible, nos quedan 6 años y 6 meses para alcanzar ese futuro común que el mundo desea en el 2030 y esa agenda ofrece un marco indivisible que tiene por objeto la sostenibilidad desde una perspectiva entre los 17 objetivos y 169 metas.
Y para terminar ese pensamiento feminista que exige la transformación de los roles por razón de sexo, que discrimina a niñas y mujeres está atravesado en ese marco indivisible de la agenda de los ODS.