Al igual que la política de defensa, la política exterior no tiene color ni es de un gobierno en particular. Se trata de una política de Estado. Representa los intereses de todos, no está sujeta a vaivenes de contingencia. Persigue objetivos de largo plazo. Por lo mismo, cuando se transgrede este consenso, se cometen errores y los comete una administración, un gobierno en particular, pero lo pagan todos los habitantes de ese territorio y las consecuencias son de largo plazo.
Ella se refiere a los procesos de interacción entre los Estados, o entre éstos y los demás sujetos de derecho internacional que actúan en función de sus intereses políticos y que son controlados por los órganos gubernamentales.
No puede obedecer a un grupo de personas, a un grupo político o a un grupo comercial, sino que debe responder a los intereses nacionales. Es preciso aclarar que cuando se habla de una política exterior de gobierno depende de la voluntad de los gobernantes, en cambio la de Estado se refiere a los planes o la gestión de las instituciones del Estado.
De hecho, Marcel Merle, en su libro de Sociología de las relaciones internacionales, expresa que la política exterior de un Estado es “la actividad estatal dirigida hacia el exterior, es decir, que trata, por oposición con la política interior, de los problemas situados más allá de las fronteras’’.
Harol Nicolson, en su célebre tratado sobre la diplomacia de 1939, decía que las tareas del embajador eran esencialmente representar, informar y negociar. Poco ha cambiado desde entonces aunque la revolución de la información y las comunicaciones haya afectado al fondo y a la forma en la que estas funciones se desempeñan. Hoy día en los viajes de los presidentes las informaciones son rápidas y nos llegan de la mano.
Mientras que Roosevelt y Churchill nunca se habían encontrado antes de la Segunda Guerra Mundial. También las noticias vuelan y no es tarea de los diplomáticos competir con las agencias de la información sino hacer llegar a sus gobiernos evaluaciones razonables de aquello que ya han conocido al llegar al lugar de destino.
Los comportamientos en la política exterior se relacionan con las decisiones que toman los jefes de Estado, en la medida que surjan intereses o situaciones particulares dentro del Gobierno, este tendrá la potestad de elegir y establecer los planes estratégicos que dependen de los planes de acción de los intereses nacionales para construir una política exterior acorde a la agenda internacional. Debe ser una expresión de la soberanía del Estado.
Para terminar, la política exterior de Estado refleja sus valores, intereses y objetivos en el ámbito mundial, así como su capacidad de influir y cooperar con otros actores. La misma puede variar según el contexto histórico, geográfico, económico, social y político en el que se encuentre. Y está condicionada por el derecho internacional y por las normas y principios que rigen las relaciones internacionales.