Don Emilio Rodríguez Demorizi en la parte quinta de su breve, pero enjundioso ensayo, nos habla del período de la Independencia nacional. Valora de forma positiva “la musa popular” que según él “agita su restallante látigo” frente al opresor, clamando, exigiendo: libertad.

Afirma que en “las postrimerías del 1843, en vísperas de la Separación, circulaban subrepticiamente las coplas y las décimas patrióticas del trinitario José María Serra, estimulando el fervor nacionalista”, alegando que la poesía patriótica nacional cumplía con su más alta cita, y que ya proclamada la República, irrumpe de manera libre en canticos de guerra, iniciándose “un nuevo ciclo” en la misma.

Así, cuando aún se escuchaba el eco del trabucazo libertador, el 29 de febrero, “el soldado y poeta Félix María del Monte, mientras hace su primera guardia en la Fortaleza de la que acaban de ser expulsados los haitianos, escribe el primer Himno Nacional, canto de guerra que con música de Juan Bautista Alfonseca se canta desde entonces en los combates y en las fiestas patrias, hasta ser sustituido definitivamente por el Himno de Prud´homme y de Reyes”: “…Volad a la lid!// ¡Tomad por divisa// Vencer o morir!// Nobles hijos de Santo Domingo// Erguid vuestra frente guerrera,// Y sañudos volad tras la fiera// Que el solar de Colón devastó;// A sus huestes, cobardes e impías,// El terror y exterminio llevemos;// Y los himnos de gloria cantemos// Secundados de fiero cañon.”

Según Demorizi la poesía patriótica “enardece al soldado en el combate” y predominó en la lira nacional “desde el comienzo de la lucha con Haití”, abundando los himnos para motivar a los soldados y recoger los “episodios de la guerra”.

Demorizi afirma que la poesía patriótica es un limpio documento para conocer a fondo un momento histórico, mejor que muchos documentos oficiales “a cuyo fondo difícilmente llega la luz de la verdad”. Y que, si bien es cierto que muchas veces no tiene la calidad literaria de la producción patriótica de otras tierras americanas, por haber nacido la República en plena época romántica, debemos aceptarla con sus deficiencias literarias, pero reconociéndola “como factor de eficacia imponderable en la propaganda patriótica, en la difusión de las ideas de libertad, en la vivificación del sentimiento de Patria”.

Además, para Demorizi: “la poesía patriótica dominicana es una de las grandes y poderosas armas de la nacionalidad”, por ser “la primera en la lucha contra los enemigos de la Nación; la primera en el dicterio contra el déspota; la primera en expresar, como en los versos de Salomé Ureña, las ansias de progreso y de civilización para la Patria dominicana”. También, informa sobre poetas que empuñaron las espadas y murieron “en el cadalso” defendiendo el suelo patrio mancillado. No faltan, de igual forma, referencia a la poesía popular de aliento patriótico, como muchas del Cantor del Yaque, Juan Antonio Alix.

El texto concluye con la afirmación de que “en nuestra poesía patriótica está íntegra y viva el alma de la Patria, con todas sus glorias y desdichas, angustias y esperanzas”.

Sin dudas, la otra gran cumbre de nuestra poesía patriótica se produce luego de abril del 1965: René del Risco, Héctor Inchaustegui Cabral, Miguel Alfonseca, entre otros. Pero eso debemos dejarlo para otra Pincelada.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas