Generalmente las dos mayores inquietudes respecto de una propuesta de reforma constitucional en nuestro país y otros de la región son, que el presidente de turno busque perpetuarse en el poder, y que trate de cercenar la independencia del Poder Judicial, por eso resulta atípica la anunciada reforma constitucional del presidente Luis Abinader, puesto que contrario a buscar la forma de volver al poder como han hecho sus antecesores, ha expresado que desea dotar de mayor rigidez a la posibilidad de reformar la Carta Magna para impedir que se haga a beneficio del presidente de turno, y porque tampoco busca socavar la independencia del Poder Judicial, y en este caso por el contrario persigue fortalecer la independencia del Ministerio Público.
A pesar de que algunos líderes de la oposición alegan que no es necesario hacerlo, el hecho de que el reelecto presidente haya elegido una procuradora general incuestionablemente independiente al inicio del mandato que llegará próximamente a su fin, y quien ha expresado que no ha sentido presión o injerencia alguna de parte del mandatario, y que esto sea algo totalmente inusual, suma credibilidad a su propuesta y confianza a sus intenciones.
Independientemente de lo que se piense respecto de la urgencia o no de esta reforma y de que con razón se alegue que hay otras prioridades, no debemos menospreciar la oportunidad que tenemos como país de poder realizar una reforma constitucional con estos fines que pudiera ser un elemento importante para fortalecer nuestra débil institucionalidad, lo cual no es común ni en nuestro país ni en la región caracterizada por los vaivenes constitucionales, ya sea mediante reformas sesgadas por intereses políticos particulares o cuestionadas sentencias de tribunales constitucionales, como ocurrió recientemente en El Salvador, para satisfacer los apetitos de poder de presidentes que desean mantenerse en el cargo, o que se consideran a sí mismos indispensables. Basta mencionar como ejemplo de esto las recientes declaraciones del presidente de Brasil, Lula da Silva, quien estando en el segundo año de su tercer mandato manifestó que no descarta buscar la reelección para un cuarto periodo, para evitar que “trogloditas” vuelvan al poder.
La reforma constitucional de 1994, producto de una crisis política post electoral por el cuestionamiento al resultado de las elecciones, aunque fue hecha en corto tiempo y no fue el resultado de una gran consulta nacional, sino del encomiable trabajo de excelentes juristas entre estos Milton Ray Guevara y Emmanuel Esquea Guerrero, tuvo una noble inspiración y generó una transformación institucional sin precedentes en nuestro país, con la creación de un Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) para la elección de los jueces de la Suprema Corte de Justicia, marcando un antes y un después en la historia del poder judicial.
Sin embargo, la muy amplia reforma del año 2010, que es básicamente la Constitución vigente salvo la modificación puntual del año 2015 para permitir la reelección consecutiva del entonces presidente Danilo Medina, que fue objeto de un largo proceso de diálogo y de un trabajo de una numerosa comisión y profusas discusiones con organizaciones de la sociedad civil antes de su aprobación, significó una cuestionada contrarreforma a la independencia del Poder Judicial, que cercenó el concepto de la inamovilidad de los jueces de la Suprema Corte, al reducir su mandato a 7 años y sujetar su renovación a una sospechada evaluación, y aumentar el control del CNM por el presidente de la República y de este, mediante la incorporación del procurador general de la República electo por este; a pesar de que esos aspectos y otros no formaron parte de las consultas y de la propuesta de la comisión, y fueron cuestionados por la sociedad civil.
Hay que admitir pues que no porque se cree una extensa comisión o se realice un vasto ejercicio de diálogo se garantiza una mejor reforma a la Constitución, y que lo fundamental es la intención ostensible u oculta detrás de ella. Por eso debemos examinar la historia, analizar las ejecutorias para dar el justo valor a cada posición, y determinar si lo que corresponde es aprovechar la oportunidad poco común que tenemos de frente.