En ocasión de su aniversario, el miércoles pasado el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD) convocó a cinco especialistas a un panel para discutir sobre las perspectivas de la economía dominicana. El panel, que fue moderado por la colega profesora Magdalena Lizardo del INTEC, estuvo integrado por los economistas Antonio Ciriaco y Agnes Milqueya Mateo de la UASD, y por Fernando Pellerano, José Luís De Ramón y quien escribe, miembros de la Comisión de Economía de la Academia de Ciencias de la República Dominicana (ACRD).
Además de la moderación, Magdalena Lizardo estuvo a cargo de la preparación de las preguntas que orientaron el debate. A riesgo de olvidos e imprecisiones, estas notas pretenden recoger algunas de las ideas más destacadas que se discutieron en el panel sobre el presente y el futuro de la economía.
El buen desempeño de 2018: ¿coyuntural o estructural?
Una primera pregunta partía de reconocer el alto crecimiento de 2018 acompañado de una expansión del consumo, la inversión y las exportaciones que compensó la desaceleración de la inversión pública. También la baja inflación, el ajuste fiscal moderado que se registró, y el aumento del ingreso laboral. En ese contexto, la profesora Lizardo preguntó hasta qué punto esos resultados fueron una manifestación del impacto de factores coyunturales favorables o si se pueden identificar elementos estructurales que expliquen ese desempeño.
Algunas de las respuestas articularon un cuadro que apunta a que ese desempeño es el resultado de una conjunción de factores favorables y algunas políticas, y que no han ocurrido cambios estructurales importantes. El panel destacó como factores explicativos el crecimiento económico de Estados Unidos que haló las exportaciones, las remesas y el turismo, compensando el impacto del incremento en el precio del petróleo, los efectos prolongados de la política monetaria del segundo semestre de 2017, y el mantenimiento del déficit fiscal y del gasto público financiado con deuda todavía barata. También se llamó la atención sobre el hecho de que, en 2018, distinto a lo previsto, casi el 100% de la deuda pública fue contraía en moneda extranjera, incrementando la disponibilidad de divisas y habilitando espacio para mayor crecimiento económico.
Sin embargo, el panel advirtió tres cosas. Primero, lo obvio: que el impulso del gasto público se está financiando con deuda pública y que el creciente peso del pago de intereses podría terminar comprometiendo el crecimiento futuro. Segundo, que el crecimiento de la economía de Estados Unidos no continuará con la misma intensidad en 2019 y 2020, lo cual contribuirá a desacelerar el crecimiento económico dominicano. Tercero, que el único cambio estructural evidente en años recientes ha sido la emergencia de la actividad minera, y en menor medida la consolidación de la diversificación de las zonas francas. Sin embargo, los efectos económicos de ambos elementos de han sido limitados. La composición del PIB casi no se ha modificado, y las proporciones de empleo formal e informal en cada uno de los sectores de la economía, las cuales pueden ser un reflejo de transformaciones en la naturaleza de las empresas y actividades, no se han modificado.
¿Se prolongará el alto crecimiento?
Una segunda pregunta se planteaba si la economía dominicana está en condiciones de mantener la alta tasa de crecimiento promedio vista en los últimos cinco años y cuáles serían los motores del crecimiento en el futuro inmediato. En general, las respuestas no mostraban escepticismo respecto a la posibilidad de seguir creciendo a tasas respetables, aunque el consenso pareció ser que las tasas futuras serán menores. Varios del panel reconocieron que el turismo y las remesas continuarán siendo factores que actuarán positivamente.
Las preocupaciones giraron en torno al tema fiscal, el desarrollo productivo y a la distribución de los beneficios del crecimiento y el bienestar. En ese sentido, respondiendo a la pregunta de si el crecimiento podía continuar sin reformas, el panel llamó la atención que, sin ellas no sólo se compromete la velocidad del crecimiento sino también su calidad.
El panel puso énfasis en la necesidad de la reforma de la fiscalidad que aumente la capacidad de gastar del Estado y de hacerlo con más calidad, que reduzca el déficit, que coloque al Estado en mejor posición de enfrentar los compromisos de la deuda y que impulse con vigor la inversión pública, pieza clave del crecimiento y de la transformación productiva de largo plazo.
Aunque la discusión no se desenvolvió mucho en esta vertiente, varios en el panel también destacaron la importancia de crear empleos más formales y de más calidad y de subir los salarios a largo plazo, para que el crecimiento logre tener una base más amplia de consumo y logre mayores impactos en el bienestar. En ese sentido, uno de los panelistas se refirió a tres condiciones para aumentar los salarios a largo plazo. Una es reducir el desempleo, lo que requiere de mantener elevado el crecimiento.
Otra es aumentar las habilidades y la productividad de las personas, lo que depende de la educación, en especial la pública. Esto lleva de vuelta a la discusión de la fiscalidad. Una tercera es un rol más activo y permanente del Estado en empujar hacia arriba los salarios mínimos.
Por último, se hizo referencia a la necesidad de que el Estado se dote de nuevas políticas de desarrollo productivo que estimulen el cambio tecnológico en actividades económicas y empresas individuales. Se llamó la atención de proveer estímulos inteligentes para la transformación productiva y de atraer inversión extranjera con visión estratégica a fin de proveer bases más sanas para el crecimiento de largo plazo y no limitarse a los estímulos de demanda.
Inversión y alianzas público-privadas
Una pregunta mostraba preocupación por el declive del peso de la inversión pública (desde 2.1% del PIB en 2014 hasta 1.6% en 2018) y sobre el rol que pudiese tener el sector privado para contrarrestar esta tendencia. Uno de los panelistas mostró evidencia del fuerte efecto de la inversión pública en el crecimiento del PIB, de la intensa inestabilidad que ha observado a lo largo de la última década y de su tendencia a la baja.
Al respecto, otro indicó que la inversión privada podría jugar un rol muy positivo y complementario en proyectos de carácter público a través de las alianzas público-privadas, pero que eso requiere una institucionalidad más robusta porque el riesgo de corrupción y de abuso en los contratos con el Estado es alto.
Los desafíos de largo plazo
Por último, ante la pregunta sobre los desafíos de la próxima década, el panel mostró propuestas diversas. Uno de los panelistas puso énfasis en la necesidad de construir un Estado moderno y capaz de asumir las tareas del desarrollo en general, y destacó el tema de la inversión en infraestructura pública con pieza fundamental. Otro se refirió a la cuestión de resolver el tema fiscal y de deuda pública para evitar una crisis potencial, así como desmontar el Estado clientelista, que es donde descansa la debilidad fundamental de éste. Una tercera panelista insistió en el tema distributivo, de los salarios y las cuestiones ambientales. Un cuarto también hizo referencia a la necesidad de fortalecer la institucionalidad del Estado en el marco de profundización democrática como vía para enfrentar los desafíos de la Cuarta Revolución Industrial, los cambios demográficos, las agendas internacionales de cooperación y conflicto y los desafíos ambientales. Un último panelista se refirió con vehemencia de la necesidad de cumplir los pactos de la Estrategia Nacional de Desarrollo (END) como el principal desafío.
En síntesis, el consenso del panel apuntó a que, en años recientes el alto crecimiento se ha vinculado a algunos elementos de la coyuntura o exógenos, y también a algunas políticas, que no se sucedieron cambios estructurales significativos que hayan dado soporte al crecimiento, y que sin reformas de calado en la fiscalidad, en las políticas de fomento a la producción y la productividad, y sin acciones que contribuyan a crear más empleos con remuneraciones más altas será difícil darle aliento largo al crecimiento y al aumento del bienestar general.
Lo anterior pasa por construir un Estado más capaz y más institucionalizado, que rebase el modelo clientelar y que asuma los grandes retos productivos y distributivos que él mismo se trazó por medio de la Estrategia Nacional de Desarrollo.