El presente artículo, que lo divido en ocho entregas, no busca que su autor quiera aparentar ser un “catedrático o maestro” del periodismo. ¡Claro que no!

Lo que persigue es -y es lo principal- que las nuevas generaciones de periodistas emulen, con un eficiente trabajo, capacidad, ética y disciplina, a los experimentados periodistas que brillaron en el pasado… digamos en las décadas de los 60, 70, 80, 90 y parte del 2000.

Comenzamos: ¿cuál debe ser la principal misión del periodista al momento de, por ejemplo, escribir una crónica, -que es lo mismo que decir redactar una sencilla noticia- para el medio donde labora?

Sin dar muchas vueltas, tenemos la respuesta: escribir los hechos sin distorsionarlos. Vale señalar, dar a conocer lo que ha pasado -o lo que puede pasar- para que el público esté debidamente enterado.

Y otro complemento que da solidez a la respuesta: escribir la verdad que es lo mismo que redactar la noticia fundamentado en la objetividad.

Para que la sociedad tenga confianza -y credibilidad- en lo que publican los medios noticiosos, es necesario que quienes realizan el trabajo que corresponde a los periodistas hagan conciencia de su responsabilidad profesional.

Si al público lector de periódicos, revistas, así como la gente que ve los noticiarios de televisión no tiene credibilidad en lo que la prensa le informa, entonces el periodismo de estos tiempos (el periodismo calificado de “independiente”) está fracasado.

Actuar siempre en función de la responsabilidad profesional, que debe caracterizar al periodista que trabaja con ética y normado por los principios, es lo que le permitirá gozar del respeto del Soberano.

¿Qué es lo que le garantiza al periodista ver concretados sus objetivos, en especial que su labor alcance el éxito?

La respuesta es sencilla: su eficaz función como redactor, que no cometa errores elementales al informar y que nunca sea cuestionado su trabajo que siempre debe concatenarse con la independencia informativa.

El periodista, siempre basado en los postulados de la profesión, debe también realizar un rol que nunca transgreda la objetividad.

Es el periodista que tiene bien presente -y es de orden prioritario- que la verdad siempre debe flotar. Saber que la verdad y la objetividad “van de la mano”.

La objetividad, sin importar el medio noticioso que el periodista represente, nunca debe ser violentada. Es lo que permite que no viole los principios y la ética.

Por ejemplo, si al redactar una noticia en su labor del día a día, deja escapar los principios y los códigos éticos, entonces pierde su condición de periodista, lo que es lo mismo decir ¡su función de informador público!
Continuará….

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