(2 de 2)
Una auténtica democracia, en cualquier país del planeta, ¿podría funcionar sin el ejercicio de un periodismo sano, pulcro, decente, profesional y normado por la ética? La respuesta es obvia: Claro que no.
En la primera entrega de este artículo -publicada el pasado viernes- plantee que el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), que preside el dilecto amigo, colega y veterano maestro Adriano de la Cruz, tiene que jugar un rol de primera línea para que los periodistas, sin excepción, cumplan con el sagrado deber de informar (como primera prioridad) y apegados a los postulados del periodismo profesional.
El CDP debe ser un permanente vigilante -un guard1án “implacable- del más puro ejercicio del periodismo en República Dominicana.
Evitar que al noble oficio, como lo bautizó el escritor y periodista colombiano Gabriel García Márquez (Premio Nobel de Literatura 1982), se contamine y sea objeto de las más ácidas críticas.
¡Como en efecto ocurre, y se justifican esas críticas, cuando un periodista irrespeta su trabajo!
Todavía estamos a tiempo para que en República Dominicana, con el ejercicio del mejor periodismo, sea un país gigante y que la democracia -ni por un instante- se debilite.
Precisión: Una sociedad se engrandece cuando cuenta con periodistas que trabajan basados en la verdad, sin distorsionarla, y que siempre tienen como norte realizar un rol que dé al traste con la sanidad de un país que como el nuestro atraviesa por una etapa muy compleja.
Sí, porque en la actualidad vivimos una etapa decisoria para la consolidación de nuestra democracia.
Que nadie quiera negar que en el país se observa un panorama de incertidumbre, fundamentalmente por la turbulencia política nacional.
Esa turbulencia, que podemos frenarla, tiene como principal protagonista al lierazgo político nacional.
En base a la realidad política de estos tiempos, subrayar que escribir (en los medios noticiosos locales) siempre la verdad, sin nunca quitarle una coma, significa que el periodista que así trabaja recibirá el favor y respeto de toda la colectividad.
Debemos seguir luchando, todos los días y sin mirar el reloj, para que el ejercicio del periodismo profesional dominicano alcance la cima y por vía de consecuencia contribuya a la solidez de nuestra democracia.
Asimismo, nunca escribir para complacer al pensamiento político-partidista. No escribir por encargo. El periodista que lo haga, traicionaría su propia identidad profesional y ética.
¡Por ese enlodado camino ningún periodista debe transitar!