El asalto acontecido recientemente en la Embajada de México en Ecuador perpetrado por la policía ecuatoriana para sacar por la fuerza al exvicepresidente de ese país, asilado desde diciembre en dicha Embajada en medio de una investigación judicial por corrupción, representa una grosera violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, mediante la cual formalmente los estados suscribientes establecieron reglas para la protección de sus misiones, protección que de una u otra forma había existido desde tiempos de la antigua Grecia y Roma.
Distintos países, incluido el nuestro, rechazaron esta violación a la inviolabilidad de las sedes diplomáticas, consagrada por el artículo 22 de la Convención de Viena, y la Organización de Estados Americanos (OEA) acaba de aprobar una resolución presentada por Colombia que condena “enérgicamente” la irrupción policial en la embajada mexicana en Quito, considerando que esta y las lesiones sufridas por el personal diplomático mexicano son una “violación a las relaciones diplomáticas y su relación con la figura del asilo político”. Esta resolución fue aprobada con 29 votos a favor, uno en contra de Ecuador, una abstención de El Salvador, y la ausencia de Venezuela, y el propio México, cuyo presidente López Obrador ha anunciado que presentará una denuncia contra Ecuador ante la Corte Internacional de Justicia.
Los Estados Unidos de América a pesar de que al principio fueron criticados por el presidente de México por considerar tímidas sus declaraciones, probablemente luego de tener mayor información sobre los hechos condenaron firmemente esta irrupción, lo que provocó que López Obrador en un hecho inusual dijera que agradecía la actitud del presidente Biden que lo ayudó a rectificar, y el gesto de solidaridad, y es que para los Estados Unidos esta es una norma fundamental, y siempre ha reivindicado que un ataque a alguna de sus embajadas es un ataque a ese país, fundado en el principio de la extraterritorialidad.
Ecuador curiosamente ha protagonizado dos episodios importantes de las relaciones diplomáticas y el derecho al asilo en la historia reciente, los cuales haciendo honor a su nombre de línea divisoria de los dos polos de la tierra, marcan dos extremos, el que inició en el año 2012 cuando Julian Assange fundador de Wikileaks buscó asilo en la embajada ecuatoriana en Londres para evitar ser extraditado hacia Suecia por investigación de delitos sexuales, lo que algunos aplaudieron y para otros constituyó un uso abusivo del asilo político, legación en la cual permaneció hasta que en el año 2019 el propio Ecuador decidiera revocar dicho asilo, y la policía británica lo arrestara, estando pendiente de que se produzca su solicitada extradición a los Estados Unidos, habiendo México ofertado darle asilo aunque el propio Assange lo declinó; y el episodio actual, en el que Ecuador estando en la posición inversa, decidió poner fin ilegalmente al asilo concedido por México.
Lo más lamentable de todo esto es que no es un hecho aislado, sino que es una evidencia más de la involución de la institucionalidad que se está experimentando en muchos países con la instauración de un peligroso nuevo estilo de liderazgo fundado en el pragmatismo, que desprecia la ley y desconoce años de historia, gracias al cual líderes autócratas utilizan como mecanismo de promoción la mano dura contra la inseguridad o el delito, como ha sido el caso de Noboa en Ecuador, inspirado en parte quizás por el éxito de su homólogo Bukele en El Salvador, por eso no sorprende que la única abstención en la OEA haya sido la de ese país.
Luego del insólito asalto al Capitolio incitado por el expresidente y candidato a la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump, hechos por los cuales está enfrentando distintas acusaciones en cortes de ese país, del intento de hacer lo mismo en Brasil por Bolsonaro y sus seguidores, debemos ser más que nunca firmes contra acciones como estas, para no permitir que años de esfuerzo por crear reglas de convivencia, y de lucha por establecer el imperio de la ley, sean puestos en peligro por quienes plagados de ego las desprecian, encontrando apoyo en quienes ignorando las graves consecuencias, aplauden acciones indefendibles atraídos por supuestas conveniencias, sin darse cuenta de que haciéndolo perdemos todos.