No he conocido a nadie que de forma intencional desee una tragedia. Estas son siempre de lamentar, más que por las pérdidas materiales, que siempre de alguna forma son recuperables, por las pérdidas humanas, que, sin importar seguros, compensaciones, no tienen precio.

Quienes hemos sufrido alguna tragedia, sabemos cómo nos impacta emocionalmente, porque nuestra primera responsabilidad es procurar que nuestros colaboradores o empleados regresen íntegros a sus familiares cada día, pese a que muchos creen que sólo priorizamos la generación de ingresos.

Vemos diariamente que no es posible para muchos llegar a salvo, ya que somos el país con mayor índice de muertes por accidentes de tránsito, con una mayor concentración en las clases más necesitadas.

Estos casos son una tragedia humana, multiplicada porque una alta proporción de las víctimas no cuenta con una póliza que cubra accidente de trabajo, circulan sin seguro y dejan a sus familias en una situación mucho más critica que como la dejaron cuando salieron de sus humildes viviendas a buscar el sustento.
Estos casos de accidentes de tránsito se han convertido en parte de nuestro diario vivir, al punto que parecería que aceptamos como normal la cantidad de fallecidos. Las noticias de las tragedias pueden aparecer un día tal vez en una primera plana del periódico, pero rápidamente las olvidamos.

Soy un fiel creyente en que todo sucede por una razón y sin dudas, esto está más arraigado en mí que algunas personas, porque del polio que fui afectado miles de personas han podido recuperarse y ser ciudadanos útiles a la sociedad.

La recién tragedia ocurrida en la empresa Poliplas ha generado todos los comentarios imaginables en cualquier tono y dimensión, de parte de miles que se creen expertos en seguridad, en procesos industriales y en manejo de crisis. Las críticas han sido más que un diluvio, especialmente en las redes sociales y medios de comunicación.

Cuando ocurre un accidente en una industria, el protocolo es auxiliar a los heridos y, en caso de personas fallecidas, es ir en ayuda de los familiares, que nunca será suficiente frente a la pérdida de una vida humana. ¿Quién es capaz de decir cuánto vale un ser humano?

Después de atender todas las necesidades de los colaboradores afectados, entra la etapa de remediación de daños porque de esa empresa dependen miles de personas de forma directa o indirecta. Y una empresa responsable asegura los salarios de sus empleados, aún cuando tiene la posibilidad de acudir a una suspensión temporal de los mismos, actitud que para mí no debe ser el camino a seguir. Estoy seguro de que en el caso que nos ocupa, tampoco lo será.

Cuando la responsabilidad del accidente parece ser compartida entre la empresa y un suplidor, la actitud nunca debe ser de enfrentamiento sino de soluciones conjuntas. Los medios de comunicación y las redes sociales juegan en esta época un papel fundamental para orientar, pero hemos llegado a un punto en que muchos, frente al peligro, prefieren un video viral de fama efímera.

Medios de comunicación se aprovechan de la tragedia humana para alimentar todo tipo de teorías, cuando olvidan, porque sin duda no es su fuerte, que este es un país donde un bombero es honorífico, a diferencia de un regidor, que sin exponer su vida recibe más de 150,000 mensuales.

Por cierto, ha sido excelente la medida del ministro Gustavo Montalvo de aumentar los sueldos de los bomberos, esto debe venir acompañado de dotar a los mismos de equipos, porque de nada sirve culpar a una industria cuando los organismos de seguridad, por más entrenados y dispuestos a dar la vida, poco pueden hacer con los escasos medios a su disposición.

El morbo ha sido más que alimentado con la agria discusión entre el propietario de Poliplas y el de Propagas o Nat-Gas, desgraciadamente un camino equivocado. Con rebatiñas no se soluciona lo que nadie hubiera deseado, por lo cual deben unir fuerzas como empresarios conscientes, resolver la parte humana como ya están haciendo y luego determinar las responsabilidades.

Los medios de comunicación que hablan de la ausencia de normas, no dejan de tener razón, pero eso no es sólo para el sector industrial, incluso es válido para el mismo sector de las comunicaciones que apela a las especulaciones, a difundir datos no confirmados y a sacar conclusiones retorcidas, todo lo cual termina haciendo más daño que bien. Excluyo de este juicio a los medios éticos, profesionales y practicantes del buen periodismo.

Ahora, una lección que debe quedar clara es el desorden de nuestras ciudades. Hoy sólo vemos la responsabilidad de dos empresas, pero nadie se pregunta: ¿Por qué se construyeron escuelas en un área industrial? ¿Por qué se permitió levantar viviendas cercanas a una empresa? ¿Quién o quiénes se benefician de ese desorden?

Sólo basta darse una vuelta por la nueva Circunvalación de Santo Domingo, que debía convertirse en una nueva zona industrial y ya está invadida de miles de viviendas, sin que nadie tome cartas en el asunto. En pocos años tendremos un problema ahí, pero ninguna autoridad actúa.

Este no es el momento de defender marcas, es momento de remediar tragedias humanas, sin violencia y sin insultos. Es momento de revisar normas y protocolos que eviten futuras tragedias, no sólo en las industrias, sino también en las calles. Es tiempo de dotar de equipos a los organismos de seguridad, de los equipos que hoy carecen. Este sería el verdadero homenaje a las víctimas para evitar futuras tragedias de cualquier índole.

El próximo comunicado que se publique, me gustaría que fuera conjunto de las empresas envueltas en la tragedia y que al final diga: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y ayuda a nuestro país para que hechos como estos no se repitan: comentarios malsanos que contribuyen a dañar y no a resolver; a maltratar a las víctimas con sus imágenes y comentarios; hacer más difícil la tragedia que nadie quiere; convertirse en entes propulsores de la desgracia de nuestra nación sumida cada día en un mayor caos a la vista de todos o fruto de todo tipo de intereses.

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