Sin ser muy observador se aprecian de manera cotidiana las grandes diferencias generacionales de padres a hijos, o mucho mayor de abuelos a nietos, a propósito de que estamos en medio de notables cambios. Algunos mayores se recrean en sus recuerdos y se expresan afirmando que sus tiempos fueron mejores; claro, fueron los de su juventud, aunque aquel entorno está en desuso como parte de una época que va quedando atrás.
Hace 22 años que la conectividad tecnológica se transformó en una “revolución digital y de la inteligencia artificial”, provocando el inicio de una nueva época. Las últimas generaciones la asumen como la suya, pero una parte de las generaciones anteriores se resisten, aún siendo sensibles e inevitables.
La ciencia trae aportes inimaginables. Como un ejemplo relativo al aprendizaje. Todos sabemos que la educación formal empieza a partir de los cinco años, porque desde esa edad la sirve gratuitamente el Estado y así lo consagra la ley vigente de educación, excepto en la educación privada que la ofrece desde la edad inicial con el pre-escolar; estos eran nodrizas, luego pasaron a educación inicial. Esa diferencia entre el Estado y el sector privado se debe a que el Estado no asume la educación inicial ni destina presupuesto para que sea gratuita, acentuando la desigualdad social.
Sin embargo, hace dos décadas que la Neurociencia produjo grandes hallazgos que han dado lugar a áreas especializadas en educación como los son la Neuroeducación y la Neuropedagogía. Entre los hallazgos está el de una gran relevancia para la educación inicial, el cual obliga al Estado a asumirla, junto al sector privado.
Se ha comprobado que en las primeras semanas de la concepción de un niño(a) en su cerebro se da comienzo a la formación, cada segundo, de 50 mil a 70 mil neuronas, y al nacer trae más de 100 mil millones de neuronas. Lo más sobresaliente de ese hallazgo es que esas cien mil millones (100,000,000,000) de neuronas forman diferentes cantidades de cadenas, denominándose sinapsis, que juegan funciones distintas desde el cerebro y el sistema nervioso; entre esas funciones está el aprendizaje, oír, ver, caminar, hablar, etc.. Las sinapsis se activan con los estímulos tempranos y experiencias que recibe el infante al hacer contacto con el medio ambiente familiar y de socialización.
Por tanto, el aprendizaje se inicia muy temprano, en la forma explicada; la madre que lo ha llevado en su vientre constituye un factor, además de alimentación, también de seguridad, porque en sus brazos el niño siente el latir del corazón de ella, al que se acostumbró.
Obviamente, la educación inicial debe obligatoriamente asumirla el Estado y hacer suyo Estancias Infantiles Neuropedagógicas. Sobre el tema publicaremos próximamente un ensayo titulado “Hallazgos en Neuroeducación para el aprendizaje inicial”; además, incorporando los medios digitales.
El método se acerca a aquello de “Aprender Haciendo”. Aunque a los partidos políticos hay que ponerlos a su propio aprendizaje de manera piramidal, para consolidar su configuración y naturaleza asumiendo las normas legales, estatutarias y reglamentarias que los rigen. En este sentido, la Secretaría de Formación Política y la Secretaría Dominicanos en el Exterior organizan los talleres números 16 y 17 “Aprender Haciendo” para unificar normas estatutarias y reglamentarias, en Madrid y Barcelona los días 15 y 16 de octubre, respectivamente…