Ahora que el país aprieta a fondo el acelerador de la carrera electoral, continuamente me preguntan si pienso hacer política. Desde hace un tiempo comencé a responder que yo ya estaba en política. Y hay una razón sencilla para esta respuesta. El trabajo con organizaciones sin fines de lucro o mediante voluntariado busca generar cambios sociales y transformaciones en la realidad de una comunidad determinada. Así, quienes impulsan proyectos de reducción de la pobreza, de fomento de la calidad educativa o de eliminación del maltrato infantil, complementan las labores del Estado, aportan a la construcción de ciudadanía.
El año pasado, cuando ocurrió la inundación de la ciudad, un grupo de personas se destacó por apoyar a quienes se quedaron varados. Socorrieron, ayudaron a cruzar calles, remolcaron vehículos y aportaron a la gestión de esa crisis. Cada una de esas personas, en ese contexto, tuvo un ejercicio político mucho más relevante que el que pudieran tener Leonel, Abel Martínez o Faride.
Esto, gracias a que, junto a la perspectiva puramente electoral, la política también Es un conjunto de acciones y estrategias que buscan resolver problemas y conflictos. Y durante esa inundación o el paso de Fiona, fueron más políticos los rescatistas que quienes ocupan puestos en el sistema tradicional de partidos.
Así, mientras Vinicito se pelea con el mundo por una candidatura en la Fuerza del Pueblo, hay un conjunto de voluntarias y voluntarios que aportan millones de pesos al PIB, cuando su trabajo se calcula en pesos hora. Por ejemplo, Plan Internacional y World Vision destinan recursos humanos, técnicos y económicos al desarrollo de comunidades empobrecidas, a la prevención de los embarazos en adolescentes y al fomento de la productividad de los hogares en situación de pobreza.
Todas esas son causas que reiteradamente aparecen en las líneas discursivas de los aspirantes a las alcaldías, al congreso o al poder ejecutivo. Sin embargo, son estas organizaciones las que están conviviendo de forma directa con las familias, construyendo una relación de confianza.
El trabajo con causas sociales es un modo de hacer política en el sentido de que busca generar cambios sociales y transformaciones en la realidad de una comunidad determinada. A través del trabajo con causas sociales, se busca influir en la toma de decisiones y en la construcción de políticas públicas que impacten de manera positiva en la vida de las personas.
Por ejemplo, el trabajo en organizaciones no gubernamentales (ONG) dedicadas a la defensa de los derechos humanos, la promoción de la igualdad de género o la lucha contra la pobreza es un modo de hacer política. Estas organizaciones buscan visibilizar problemáticas sociales y presionar a los gobiernos y otros actores relevantes para que tomen medidas concretas para resolver estos problemas.
Además, el trabajo con causas sociales también implica una participación activa en la sociedad civil y en la construcción de una ciudadanía crítica y comprometida. Las personas que trabajan en estas causas se involucran en la creación de redes y alianzas para movilizar recursos y fomentar la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas.
En ningún modo esto quiere decir que la política electoral sea irrelevante. Significa que en el ejercicio de ciudadanía, todos los actores tienen sus roles. Por un lado están los actores políticos de gobierno, por el otro la política que realizamos desde los medios de comunicación, las asociaciones sin fines de lucro o la labor cotidiana.
Por eso, en vez de cuestionar si quien aborda una causa social aspira a un cargo político, tal vez convenga preguntarse por qué quienes aspiran a una posición electoral no figuran como voluntarios o voluntarias. ¿Por qué ni Leonel ni Abel ni Guido ni la mayoría de los candidatos y candidatas están trabajando codo a codo con las organizaciones sin fines de lucro del país?