La masacre perpetrada por el ejército de Israel, que en un solo día mató a 60 civiles desarmados, incluidos niños, y dejó más de 2000 heridos, no podría ser posible sin el consentimiento de Estados Unidos, que con su poder de veto en la ONU, le da carta blanca a Tel Aviv para cometer atropellos.
Mientras los palestinos asediados, bloqueados y arrinconados en la Franja de Gaza protestaban contra el apoyo del gobierno de Donald Trump al expansionismo israelí, la hija del mandatario inauguraba la embajada de EE.UU. en Jerusalén, en un paso que descalifica a Washington como mediador en el conflicto y desconoce el mandato de la ONU.
El colmo de la bofetada de la Casa Blanca es hacer coincidir ese acto con la conmemoración palestina de la Nakba o Catástrofe, el 15 de mayo, fecha en que los palestinos recuerdan la tragedia que representó para ellos la creación del Estado de Israel (1948), con el apoyo de los países europeos y EE.UU.
Sólo en el primer año, más de 13 mil palestinos fueron asesinados, más de 800 mil expulsados de sus casas y unas 500 aldeas destruidas.
Desde entonces, son ya más de 5 millones los refugiados palestinos, pues desde su creación, el gobierno de Tel Aviv ha desoído todas las resoluciones de ese órgano.
Pese a que el territorio era poblado mayoritariamente por palestinos, el mandato original otorgó 55% del territorio a Israel y 45% a Palestina, dejando Jerusalén bajo control internacional.
Hoy, la proporción territorial es extremadamente distinta: los palestinos han sido despojados de su territorio y sólo ocupan el 8% de su territorio original.
Según datos del año 2016, en Israel viven más de 8 millones y medio de personas, la mayoría de ellos llegados desde Estados Unidos y Europa en las últimas décadas. Mientras que en Cisjordania y la Franja de Gaza sólo quedan 4 millones y medio de palestinos.
Naciones Unidas contabilizó en 2013 más de 5 millones de palestinos repartidos entre Jordania (2 millones), Siria (500 mil) y Líbano (470 mil) y otros países.
Pero nada de esto es importante para la Administración Trump, que a través de su embajadora en la ONU, Nimrata Nikki Randhawa Haley, defendió el derecho del ejército de Israel a usar fuego real desde torres de seguridad contra los palestinos descamisados que les lanzaban piedras a campo abierto.
A confesión de partes, relevo de pruebas: El Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu admitió su política de exterminio al afirmar que en Gaza “la fuerza letal no funciona”. La orden para sus soldados y civiles es clara: disparen, no importa a quién ni por qué.