Hace 48 años fue asesinado el periodista Orlando Martínez en los alrededores de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Su crimen fue una estocada a la libertad de prensa y a la misma sociedad que veía en sus páginas de su columna “Microscopio”, de la revista “Ahora”, las ácidas críticas que él a menudo vertía sobre el gobierno de Joaquín Balaguer y, muchas veces en particular, contra sus altos mandos militares.
Era un militante comunista declarado, pero también era un periodista sesudo y bastante frontal. De hecho, era tan radical que nunca le perdonaría al cantante español Camilo Sesto o “Camilochet”, (como él lo nombró en uno de sus escritos), que interpretara sus canciones en el Festival Viña del Mar en Chile, pues según Orlando, con cantar en esa plataforma reivindicaba al dictador Augusto Pinochet.
Orlando no vacilaba en señalar los atropellos policiales ni el terror que había impregnado en muchos sectores sociales que mayormente eran adversos al Balaguerismo. Tampoco pestañeaba al momento de enfilar su pluma hacia las dichosas “comisiones” que se formaban desde el Gobierno para “resolver” algún crimen político.
También criticó duramente las investigaciones en torno al caso del asesinato de Gregorio García Castro (Goyito), razón por la que recibió numerosas amenazas de muerte. Tales críticas se debían a que su asesino, el teniente Juan María Arias Sánchez, sería ascendido a capitán de manera posterior al crimen.
Las constantes denuncias de corrupción y abuso que involucraba a sectores militares lo colocaron en una situación totalmente vulnerable. Y es que Orlando poseía buenas fuentes y manejaba información que pocos tenían. Su columna “Microscopio” era de lectura obligada ya que cada publicación contenía elementos nuevos y lesivos a intereses de jefes uniformados que, según las malas lenguas, caían sorprendidos por el nivel de conocimiento que tenía el periodista.
Muchos achacan la muerte de Orlando a su última columna “¿Por qué no, doctor Balaguer?”, una feroz crítica al mandatario y a los militares en sentido general. De este escrito han surgido mitos que se han convertido en verdad con el tiempo, por ejemplo una frase (o sentencia de muerte) que se le atribuye a Balaguer y que nunca ha sido comprobada por nadie: “Ese muchacho no me deja trabajar”.
Otro mito es que a Orlando no lo querían matar, sino que todo era para darle un susto por su agudo tono en contra del Gobierno.
Si bien es cierto que muchas personas que conocieron a Orlando lo describen como a un tipo guapo (sin miedo) que portaba un arma de fuego para utilizarla en caso de que fueran por él. No deja de ser verdad que este no pudo desenfundarla, por lo que no hubo tiempo para asustar a nadie sino para ejecutar a alguien.
Una larga espera
El crimen de Orlando Martínez se mantendría en absoluto silencio durante 22 años. En ese trayecto su hermano menor Edmundo Martínez, quien hizo sus averiguaciones para resolver el hecho, también terminaría asesinado a golpes y con una bala en la cabeza, tan solo nueve meses después de la muerte del periodista.
Los padres de Orlando serían recibidos en varias ocasiones por Balaguer en el Palacio Nacional. De allí saldrían con promesas de que su caso sería resuelto. No obstante, esto nunca fue posible. Tuvieron que pasar los periodos de los 12 años (1966-1978), los gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano (1978-1986) y el retorno del líder reformista (1986-1996) para que fuera develada parte de la verdad.
Solo en 1997 pudieron ser juzgados los autores materiales del asesinato, lo que dio cierta claridad de quienes pudieron firmar su sentencia de muerte.
Por el crimen fueron condenados a 30 años los exmilitares Joaquín Pou Castro, Mariano Durán Cabrera, Rafael Lluberes Ricart y Emilio de la Rosa, quien era un civil.
Nunca fue señalado el o los autores intelectuales del crimen…
La página en blanco
En su obra Memorias de un Cortesano en la Era de Trujillo, Balaguer se refiere por única vez al asesinato de Orlando Martínez.
En la página 333 de su libro reza: “Esta página se inserta en blanco. Durante muchos años permanecerá muda, pero un día hablará, para que su voz sea recogida por la historia. Callada, como una tumba cuyo secreto a voces se levantará, acusador, cuando el tiempo permita levantar la losa bajo la cual permanece yacente la verdad”.
A 20 años del fallecimiento de Balaguer, la página sigue sin llenarse y la losa sigue cementada. Ni siquiera con una letra o un epitafio, igual de ausente que los resultados satisfactorios que se esperaban tras crearse múltiples “comisiones” para resolver el misterio.