La tragedia que ha enlutado al país esta semana, con un saldo de más de cien muertos, entre ellos un artista que supo cantar nuestro merengue con un registro de voz inigualable y exhibiendo una vida pública o trayectoria de ejemplo de cómo se puede alcanzar el éxito a base de esfuerzo, talento y don natural. Sin duda, nos referimos a “La voz más alta del merengue” -Rubby Pérez- quien murió con la bota puesta e interpretando las emblemáticas canciones con las que hizo vibrar a muchas gentes y esparcir alegría a nivel nacional e internacional con calidad impecable. Se podría decir que murió, como decenas de su público, por un accidente que no encuentra justificación, pues el país está copado de ese tipo de amenaza e irresponsabilidad: construcciones o edificios que se erigen o “remodelan” sin ningún estudio técnico en materia de planificación urbana, resistencia de suelo y de estructura, fallas tectónicas o protocolo antisísmico justamente en un país que está, por su situación geográfica-marina, en las rutas de los huracanes, ciclones y maremotos y lo impredecible de la naturaleza y la belleza del mar Caribe.

Y lo que más duele es que estamos seguros de que esa desgracia nacional no marcará ni un antes ni un después, pues con la cantidad de edificaciones, hecha y en construcción, no hay la menor duda de que seguiremos siendo víctimas o testigos de toda una montaña de falta de criterio técnico, de incumplimiento de normas y códigos de la ingeniería más elemental; y peor, con el aval o la complicidad de un sinnúmero de agencias y organismos gubernamentales que tienen que velar por la seguridad pública y prevención ciudadana de salvar vidas y prevenir catástrofes, al menos hasta donde la ciencia, la intervención estatal y la ingeniería responsable pueden evitar o aminorar eventos impredecibles, sin dejar espacio al tráfico de influencias o dinero fácil. Y si miramos por toda la geografía nacional, lamentablemente, estamos copados de edificaciones -e infraestructuras de cualquier índole- o proyectos “habitacionales” o de entretenimiento que, a simple vista, serán tumbas de concreto y de nuevas desgracias…

Lo que sucedió con la discoteca Jet Set debería marcar un antes y un después -demoliendo sin miramiento o reconstruyendo edificaciones en marcha-; pero no, vendrán más eventos de lágrimas y dolor nacional que pudieran evitarse, pero todo se quedará como registro episódico de lamentaciones y pérdidas de vidas; o cuando no, de espantos y videos en las redes sociales para explotar o exhibir el dolor ajeno, lo que se difunde sin ningún reparo ético o la cruda realidad-irresponsabilidad pública que nadie quiere asumir…

Y nos preguntamos: ¿quién autoriza o da el visto bueno para erigir semejante muchedumbre de seguras tumbas de varilla y cemento? Que den la cara Obras públicas, Medio Ambiente , Planificación Urbana, alcaldías y demás agencias técnicas gubernamentales que tienen que ver con esas moles de edificaciones sin ningún criterio o estudio medioambiental o de simple sentido común que se han construido y se siguen construyendo a la loca, a papeletazos o tráfico de influencia corruptor, irresponsable y perverso.

Entonces, no caben lamentaciones ni decretos de ocasión -que se repiten de gobierno en gobierno- sino acciones urgentes y sin miramientos algunos. En fin, ¿qué vamos a cambiar en esta aritmética de responsabilidades públicas-privadas?

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