ESCUCHA ESTA NOTICIA
|
Este 30 de mayo de 2022 se celebra el 61 aniversario de la muerte del dictador Rafael Leónidas Trujillo y del fin de una de las más sanguinarias dictaduras que ha vivido la nación dominicana y toda América Latina. Trujillo fue acribillado a balazos en la carretera que une a Santo Domingo con San Cristóbal, el 30 de mayo de 1961. Esa acción fue ejecutada por un grupo de patriotas que eran parte de su entorno y que se cansaron de tantos abusos.
Rafael Leónidas Trujillo fue un militar formado por las tropas estadounidenses que mancillaron la soberanía nacional dominicana con la intervención del año 1916. El 16 de agosto de 1930, después de organizar un fraude electoral, se juramentó como presidente de la República Dominicana, iniciando una de las dictaduras más crueles y sanguinarias de toda América Latina, la cual duraría casi 31 años. Algunos historiadores y defensores del régimen trujillista afirman que durante esa dictadura se sentaron las bases de la consolidación del Estado dominicano. En ese orden, el historiador Roberto Cassá, director del Archivo General de la Nación (AGN), afirma lo siguiente: “Con Trujillo se inician las bases del capitalismo en la República Dominicana…”. Eso es cierto. Pero los costos sociales y humanos de ese proceso trujillista de iniciar las bases capitalistas en la sociedad dominicana, fueron muy graves, profundos y dolorosos.
Da pena escuchar en este tiempo a algunas personas, especialmente jóvenes, que dicen añorar el retorno de alguien como Trujillo para dirigir el país. Quienes así se expresan no saben lo que eso fue. Nunca más debe volver a conducir los destinos nacionales un dictador como Trujillo. Nunca más. La dictadura de Trujillo llenó de terror, muerte, odio y represión a la sociedad dominicana. En las familias nadie podía hablar en contra del régimen porque tenía el temor de ser denunciado, y luego reprimido y asesinado.
La tiranía trujillista fue un escenario permanente de represión y muerte en contra de todos los que expresaran algún nivel de protesta o desacuerdo. Se cuentan por decenas de miles las dominicanas y dominicanos asesinados, torturados, exiliados o desaparecidos durante esos treinta largos años de una dictadura que convirtió a la nación dominicana en una especie de campo de concentración, sembrado de muerte, dolor y tristeza. El horrendo crimen en contra de las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, tres luchadores antitrujillistas, perpetrado en noviembre de 1960, casi al final de la tiranía, revela con crudeza la brutal dimensión del escenario trujillista.
Al igual que casi todos los dictadores, Trujillo utilizó también el falso nacionalismo como una de sus armas ideológicas para cimentar el régimen de terror. Ese falso nacionalismo lo llevó a cometer en octubre del año 1937 un genocidio en contra de miles de haitianos, bajo el argumento de impedir que la frontera dominicana fuera tomada por la inmigración ilegal.
Todo ese odio y todos esos crímenes se revirtieron en contra del dictador la noche del martes 30 de mayo del 1961, cuando un grupo de patriotas decidieron decapitar la tiranía. Esa noche memorable, un grupo de hombres que eran parte del entorno de Trujillo y que habían planificado por meses la muerte del dictador, decidieron asumir la acción cuando el teniente Amado García Guerrero, que era parte de la seguridad de Trujillo, les confirmó que el tirano se dirigía a la Casa de Caoba, de San Cristóbal, para disfrutar los placeres mundanos con una jovencita, como era su costumbre.
La acción del grupo para liquidar al tirano fue rápida. En menos de 20 minutos el fuego cruzado de los patriotas acabó con el tirano e hirieron al chofer Zacarías de la Cruz, a quien dejaron por muerto, pero luego pudo escabullirse y salvarse. El patriota mocano Antonio de la Maza, que tenía cuentas pendientes con el dictador por el asesinato de su hermano Octavio en 1957, fue quien le dio el tiro de gracia a Trujillo.
El cadáver de Trujillo fue tirado en el baúl del carro color negro propiedad de Antonio de la Maza. El cuerpo ensangrentado fue colocado esa noche del 30 de mayo, como un saco de papas, en el baúl del carro de quien juró vengarse de él, por haberle matado a su hermano y por todos los males que le provocó a la nación. Con Trujillo sucedió tal y como dice la Biblia en Gálatas 6:7: “cada quien cosecha lo que siembra…”. Nuestro compromiso de hoy día es trabajar con firmeza para consolidar nuestra democracia y que nunca jamás un nuevo Trujillo pueda conducir la nación dominicana.