Luego de cuatro períodos continuos de mandato de un mismo partido, el PLD, el año pasado estrenamos un nuevo gobierno del partido PRM surgido del PRD que enarboló el concepto del cambio, y en los casi doce meses transcurridos desde la toma de posesión se han dado señales importantes en este sentido, aunque resta por demostrar que estas rendirán los frutos esperados.
Esto produjo una recomposición del tablero político no solo porque un presidente de un nuevo y distinto partido ocupó el Palacio Nacional y el que hasta entonces gobernó pasó a la oposición, sino porque este último se dividió, lo que desplazó hacia abajo a otros partidos. Pero también ha dado pie a que retorne la oposición sistemática a las ejecutorias del gobierno, algo que lamentablemente el anterior partido de gobierno se ocupó de disminuir debilitando partidos rivales, granjeándose adeptos y silenciando voces contrarias.
Aunque la existencia de oposición política es consustancial a la democracia sabemos que al igual que esta, es relativa y más aún en países con instituciones débiles como el nuestro, así como que tiene múltiples matices, pues los gobiernos tienen sus formas buenas y malas para generar alianzas formales e informales, y los opositores muchas veces se oponen a lo que no deberían, callan lo que merece ser denunciado, insultan la inteligencia colectiva asumiendo que nadie recuerda sus propios errores y ejecutorias, y juegan a la politiquería con temas nacionales que deben estar por encima de las naturales diferencias.
Durante un tiempo instituciones de la sociedad civil llenaron en parte el vacío del debate político asumiendo posturas críticas y clamando por distintas reformas, pero el pasado partido oficial cuando retornó al poder en el año 2004 luego de su primer mandato finalizado en el 2000, en parte gracias a ese discurso crítico, se ocupó de sumar a su seno muchos actores de esta, e inició un estilo de gobierno que escogía sus interlocutores, pasándole por encima a veces a instituciones sectoriales, en una estrategia deliberada de no validar liderazgos que hizo retornar los perjudiciales anillos de poder; lo que a su vez cambió el accionar de muchos de estos grupos de presión que prefirieron modificar discurso y líneas de acción con tal de preservar cercanía al poder.
Lo más perverso es que también emergieron instituciones civiles cuyas actuaciones son contrarias a los nombres y conceptos que supuestamente representan, algunas de las cuales son utilizadas para generar denuncias muchas veces malsanas, para intentar frenar acciones necesarias que afectan muchos intereses, o como malas artes para conseguir favores a cambio del silencio.
Nada en la vida es absolutamente positivo o negativo, por el contrario, cada decisión que se toma, cada alternativa que se analiza y selecciona tiene ventajas y desventajas, y lo importante es siempre que la balanza se incline del lado positivo. Por eso es necesario que tomemos conciencia de qué es lo que conviene al país, que evaluemos en su justa dimensión cada cosa a la luz de las experiencias vividas y que tengamos conciencia de qué puede haber detrás de cada opinión, para identificar los intereses que producen sesgos, y que aprendamos a identificar quienes son capaces de externar libremente sus ideas más allá de sus naturales simpatías y de luchar por lo que creen, quienes usan el ataque para catapultar sus propias ambiciones, y quienes construyen su discurso según el molde del interés que defiendan o les pague.
La oposición responsable es indispensable para la sanidad de una democracia, pero la utilización de artilugios para intentar engañar o para sacarle punta al lápiz es un arma de doble filo. Los muchos problemas de este país datan todos de décadas y son demasiadas las culpas por acciones y omisiones, las cuales, aunque quedaron impunes no salieron de la memoria de quienes vivieron esos hechos y están a la distancia de una tecla para los que no.
Esperemos que la nueva cartelera política comprenda mejor los tiempos que vivimos y haga más conciencia de sus responsabilidades y el rol que debe asumir cada cual, pues lograr lo mejor posible para el país debe ser la meta, aunque se tengan distintas visiones.