Uno de los principales temas en el mundo de hoy, quizá más que en otras ocasiones, lo es el de los flujos migratorios y su auge, lo cual ha tenido notables efectos en la agenda política y económica de varios países. Quizá la Unión Europea, con la crisis de refugiados mayormente procedentes de Medio Oriente y el Norte de África, ha sido la mayor protagonista al experimentar una ola de nuevos ingresos sin paralelo en el último siglo. Ante ello, el bloque regional ha buscado cómo compartir la carga, de forma que no sea un solo país que asuma por sí solo este drama humano. Intentos que según países como Italia, uno de los principales receptores, no han sido suficientes y llevó a la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU) a decir que los vecinos estaban dejando solos a dicho país. En efecto, estas economías, desarrolladas en su mayoría, han tenido serios problemas a la hora de lidiar con esta situación.
Nuestro país conoce muy bien lo que conlleva la emigración pues en la actualidad representamos el cuarto segmento migrante de habla hispana más grande en Estados Unidos, nación que más de un millón de nuestros compatriotas llaman hogar. Sumándole a esto las comunidades dominicanas en países como España y demás destinos crecientes. La mayoría de familias tienen cuanto menos un miembro que decidió buscar mejor vida en el exterior y con mucho empeño ayudar a los suyos aquí. Un sacrificio que hoy supera los US$5,000 millones y que se encuentra entre los principales sostenes de nuestra economía, sin el cual colapsarían un sinnúmero de comunidades.
Sin embargo, y de manera especial, también conocemos la inmigración, pues la historia nos llevó a compartir esta isla con Haití, el país más pobre del continente. Para nadie es un secreto que República Dominicana cuando se compara con un estado fallido, es entendible que seamos vistos como posibilidad de mejora personal sustancial. No obstante, nuestra economía, que no logra dar abasto para la mayoría de nuestros compatriotas, teniendo una tasa de desempleo en 16% mientras el promedio regional ronda el 6% según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), difícilmente puede absorber por sí sola una cantidad de migrantes desproporcional a las demandas de nuestra realidad.
Como establecimos al inicio, el mundo ha visto como a países de una situación mucho más privilegiada que la nuestra han tenido dificultades con la migración descontrolada, ¿Por qué entonces se espera que los dominicanos hagan mucho más allá de lo que nos es posible? ,¿por qué se nos califica de la peor manera cuando buscamos aplicar la ley?, ¿por qué se nos deja solos en una crisis que requiere la acción responsable del conjunto de la Comunidad Internacional? Estas preguntas, lamentablemente no tienen una respuesta sensata.
Después de los haitianos, somos los más interesados en que nuestro vecino pueda salir a flote. Después de todo, es uno de nuestros principales mercados de exportación y su futuro está innegablemente unido al nuestro al compartir isla. Pero no puede haber solución dominicana a la problemática haitiana. Las potencias extranjeras deben entender que si bien estamos más que dispuestos a poner de nuestra parte para ayudar, ni nos corresponde, ni nos es posible cargar en nuestras espaldas como país en vías de desarrollo con otra nación pobre. Conforme se vaya asumiendo esto, podremos dejar atrás el juego de repartir culpas y enfocarnos en verdaderamente contribuir al desarrollo de ambas naciones.