El fragor del proceso electoral, el avance de turismo, la situación internacional con las conflagraciones y otros temas importantes han apagado un poco el interés por el mayor problema que tenemos los dominicanos, que es la situación frente Haití.
Los haitianos siguen entrando y saliendo, ocupando los espacios de los dominicanos, perturbando calles y avenidas que contaminan con el ruido y la arrabalización a lo largo y ancho del territorio.
La crisis que afecta a los haitianos es realmente seria y allí no hay autoridad capaz de enfrentarla y, menos aún de resolverla, lo que podría repercutir negativamente contra el país en el mediano plazo.
El negocio no se detiene, cada día se anuncia la incautación de cigarrillos, detención de vehículos con indocumentados y otras irregularidades en la zona fronteriza, lo que indica que la vigilancia y las acciones de Migración deben ser más efectivas, para que después no lloremos como tontos por lo que ahora no queremos asumir con responsabilidad.
La presencia del Ministro de Relaciones en las Naciones Unidas y el constante pedido de acción a la comunidad internacional, debe estar acompañado de medidas drásticas para poner un poco de control al desorden que tienen los haitianos en barrios y residenciales de la capital y el interior, donde ninguna autoridad actúa para poner control.
Parece que el país les duele a pocos, lo que es lamentable, porque los grandes esfuerzos que se hacen para desarrollar la economía, el turismo y otras actividades que son reales fuentes de riqueza para la nación den fruto, los corruptos y desaprensivos hacen lo que quieren, sin consecuencias.
La desidia es enemiga mortal de la razón y, parece que estamos cayendo en el peligroso espacio de “dejar pasar y dejar hacer”, en una actitud inconsciente que podríamos lamentar mañana, porque lo haitianos saben lo que hacen para lograr su objetivo de dañar el país y así, tomarnos asando batatas. Acabemos de despertar y poner el frente con gallardía a este grave problema. ¡Despierta dominicano!