Los dominicanos somos amantes de la política y del béisbol, por el cual nos conocen en gran parte del mundo. Sin embargo, requerimos una pausa política para concentrarnos más en la continuación del avance del país, luego de concluidas las elecciones nacionales.

No es justo que nos pasemos todo el tiempo en los dimes y directes de la política criolla, como sucedió tres años antes de los comicios de este año, principalmente desde la acera de la oposición.

Los funcionarios del Estado con aspiraciones presidenciales valederas, así como otros del partido oficialista sin funciones en el tren estatal, deben enfocarse en ayudar al presidente Luis Abinader a realizar un excelente segundo gobierno por el bien de todos los dominicanos.

Los políticos deben entender que sus buenas acciones y el cumplimiento de sus labores desde funciones estatales, les suman capital político, que luego se puede convertir en votos cuando aspiren a una posición de elección popular.

Después de los últimos comicios nacionales, el Partido Revolucionario Moderno (PRM) ha pasado a ser la principal marca política del país, bajo la cual muchos quieren estar.

Sin embargo, los dirigentes de esa organización deben estar conscientes de que eso se mantendrá en la medida de su comportamiento frente la sociedad, y tienen que entender que no es momento de iniciar competencias internas que, en vez de sumar fortaleza, los pueden dividir.

Para comprender mejor, sería bueno verse en el espejo del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), su antigua casa, y del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), cuya fuerza electoral de 20 años empezó a debilitarse por las permanentes luchas internas y la salida de esa organización del doctor Leonel Fernández, entre otras razones.

Por su lado, los partidos de oposición, principalmente los mayoritarios, como el PLD y la Fuerza del Pueblo, deben dedicarse a cuestionarse y revisarse sobre los dos reveses electorales sufridos este año, en vez de invertir su energía en ataques a destiempo al Gobierno, a veces sin sentido. Eso no quiere decir que dejen su rol de vigilante social, otorgado por nuestro sistema democrático.

República Dominicana necesita ahora concentrarse más, para lograr su desarrollo, en la solución de los problemas pendientes y hacer una extensa pausa en la política partidaria externa, por el bien común.

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