República Dominicana requiere mejorar su sistema de transporte terrestre. Aplaudimos todas las medidas encaminadas en ese sentido, incluso las anunciadas recientemente por el presidente Luis Abinader.
El primer mandatario dominicano presentó el Sistema Integrado de Transporte de Santo Domingo (SIT-SD), que ejecutará el Gobierno con una inversión de US$3,200 millones, e incluirá una línea de tranvía, una tercera línea del teleférico, el Tren Metropolitano de Santo Domingo, el Tren de San Cristóbal, intercambiadores urbanos y terminales interurbanas de autobuses.
Ese proyecto, a realizarse a través de una alianza pública-privada, es necesario para acabar con el terrible transporte, el déficit de medios de traslado, el gasto excesivo de combustibles en los tapones y el estrés a ciudadanos por el tiempo perdido en el trayecto a sus trabajos y en el de regreso a sus hogares.
Conjuntamente con la ejecución de esas obras de mejoría del transporte, las autoridades deben concienciar a la ciudadanía sobre la importancia del respeto a la Ley de Tránsito (63-17), para la buena convivencia y movilidad en las vías públicas.
Un buen camino para formar mejores ciudadanos, es la incorporación de la educación vial en el currículum educativo del Ministerio de Educación, como se tiene previsto en el año lectivo 2023-2024.
Aparte de los males que nos causan el déficit y el desorden en las vías de nuestras grandes ciudades, como Santiago y el Gran Santo Domingo, el tránsito constituye, para muchos, la forma de medir el orden de un país.
Caminemos juntos, ciudadanos y autoridades, hacia la eliminación del caos en las vías urbanas e interurbanas, con la ejecución de las soluciones necesarias y el acatamiento de las normas de tránsito, para compararnos con grandes ciudades del mundo, como Nueva York, donde, como dice mi amigo-hermano Enrique Hernández, no se requiere tener un vehículo para vivir feliz y cómodo, porque el sistema de transporte funciona a la perfección.