Las recientes elecciones celebradas por la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), fueron reivindicadas por el expresidente y líder del otrora partido oficial y ahora partido de oposición, como una victoria de dicha agrupación política dado que nuevamente un diputado y miembro de esta fue reelecto como presidente, lo que si bien no es nuevo y constituye una vieja y mala práctica que las distintas corrientes a lo interno del sindicato de los maestros responden a tendencias políticas, esta mezcla de afiliación política y representación gremial es cada vez más preocupante.

Y decimos esto porque ya no solo se trata de que las designaciones de profesores y distintos cargos en el sistema educativo hayan dependido de las influencias políticas y no de los méritos, lo que ha dado por resultado una educación pública de mala calidad que es en gran medida un reflejo de la pobre preparación académica y formación moral de su profesorado, sino porque las cifras millonarias que corresponden al 4 % del PIB y que se están destinando a la educación desde el año 2013 en cumplimiento de la ley de educación luego de un insistente y quizás inocente reclamo de la sociedad civil que fue precisamente atendido por motivos políticos, lamentablemente han sido más causa de corrupción que de mejoría de la calidad de nuestro deficiente sistema educativo.

Ese maridaje político no permitió que el pacto por la reforma educativa suscrito en el año 2014 comprendiera aspectos decisivos para elevar la calidad de nuestra educación y ha acentuado una perniciosa tendencia, las corrientes políticas que permiten escalar a la presidencia de la ADP y conquistar puestos en los organismos de dirección de los partidos, cargos electivos y otros, también están catapultando candidaturas a la presidencia de la República, como sucedió en el pasado proceso electoral con tres exministros que manejaron el enorme presupuesto del 4 %.
Pero lo mismo sucede con los gremios profesionales, y es notorio que mientras más dinero reciben estos por el cobro de tasas, algunas de las cuales constituyen irritantes privilegios reñidos con nuestra Constitución, aunque ningún tribunal se atreva a dictaminarlo así, más política y menos transparencia, representatividad y legitimidad estos tendrán. En las recién pasadas elecciones del Colegio Médico Dominicano, el cual según se publicó tiene una matrícula de alrededor de 37 mil miembros, solo 18 mil estaban hábiles para votar, esto es alrededor de la mitad, y apenas la mitad de esa mitad, aproximadamente 9 mil ejercieron el voto. Y en las muy cuestionadas últimas elecciones del Colegio de Abogados, los resultados son similares, de una matrícula de 71,178 solo votaron 19,333, esto es apenas un 27 % de sus afiliados, la mayoría de los cuales solo pertenecen a ese colegio por la obligatoriedad impuesta por su ley.

Esos mismos partidos políticos que han acampado en muchos de esos gremios, sindicatos o colegios, están conscientes de su falta de representatividad y no les tienen confianza, por eso distinto a lo que sucede en otras jurisdicciones nuestro Colegio de Abogados no puede ser considerado para ser parte del Consejo Nacional de la Magistratura, y cuando autoridades requieren sumar las voces más autorizadas en las profesiones, buscan el prestigio de respetados médicos y directores de reputadas entidades de salud, como hicieron con el Plan Nacional de Vacunación, pues están conscientes de la frágil representatividad de muchos gremios y de la escasa valoración de su liderazgo.

Por eso es tan importante cuidar la representatividad y la legitimidad de todas las asociaciones de la denominada sociedad civil, pues es absurdo reclamar institucionalidad y respeto a la ley, y erigirse en ente mediador de problemas, si no se ha actuado de forma consistente con lo que se reclama, haciendo que la ley, la ética y los valores democráticos entren por casa, y si no se trabaja por lograr ser espejo del tejido social que se representa y no club de amigos bajo el control de unos cuantos, única forma de ganarse el respeto y poder ejercer un rol decisivo en la transformación del país, y ser reserva moral llamada a destrabar nudos en momentos de crisis.

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