Debo pedirle siempre que baje la voz. Es un abogado litigante las 24 horas. Habla fuerte y con pasión. Incluso, a veces, más que diálogo es un monólogo, y esa pasión y certeza –o creencia- de tener la razón, lo ubican en los extremos, sin “medias tintas”.
El otro día nos vimos, como siempre con un grupo de amigos, en el “Café del Nogal”, nuestro anárquico santuario de discordia. Desde que entró empezó a discursear: “Yo se lo he dicho a ustedes mil veces: esta justicia no sirve. En este país no hay un solo juez de verdad”.
Uno de los comensales iba a decirle algo, apenas había empezado a levantar la mano para interrumpirlo y sin dejarlo abrir la boca le espetó: “Espérate, espérate. Déjame hablar, luego yo te voy a escuchar sí. Ahora no me vengas con tus posturas de que la cosa está medianamente bien. De que no todos los jueces son malos y corruptos”. Y, luego, señalándonos: “ustedes son igualitos todos y cómplices del desorden que existe en esta porquería de justicia”. Y, sin más, prosiguió su catilinaria: (Antes de continuar, aclaro que lo transcrito es lo que puedo o creo recordar, palabras más, palabras menos, de sus mal hirientes y siempre ofensivas palabras sobre la justicia y los jueces).
“Fíjense, dijo sentándose, estoy cansado de repetirles que en este país no hay un solo juez que sirva. Son unos pendejos, come cheques, que se han doblegado al poder nacional en todas sus manifestaciones. Y no solo al poder político. Además, viven prevaricando. Viven violando constantemente la ley y lo terrible es que lo hacen a conciencia. A veces procurando hacerse los graciosos, otras por motivos peores. Es más, en materia penal, por ejemplo, aquí hay jueces que están cobrando por condenar. Ustedes saben lo que es eso. Claro, como se dice que “a nadie investigan por meter preso y por condenar”. Están cobrando para condenar inocentes”.
En eso uno de los comensales abrió los ojos y, un poco, los labios, quizás en procura de alguna aclaración, y le dijo nuestro litigante: “Espérate, espérate, no te desesperes. Espérate te dije. Tú sabes que solo hablo con pruebas. Tú lo sabes. Déjame terminar”.
“Oigan esto, oigan esto –dijo luego de sorber un poco de café y acomodarse en la silla-, cómo es posible, por ejemplo, que a un supuesto juez le lleves en una revisión de medida cerca de 30 elementos de arraigo de todo tipo y te rechace la variación y luego que el imputado cambia de abogado, una semana después, el mismo juez y con solo un papelito como elemento para mostrar arraigo, varíe la medida de coerción. Díganme, cómo eso es posible. Y no me vengan de que cambió de criterio ni con teorías sobre las medidas de coerción, con eso no”.
Uno de los comensales le interrumpe abruptamente: “Dame un minuto. Debo decirte algo importante”. “Dime”, respondió. “¿Te tomaste la pastilla?”.
-Eso es lo de ustedes que todo lo toman a relajo –grito-. Y se marchó.