La Navidad siempre ha dejado en mi un sabor dulce amargo. Por un lado, veo tanto gasto, fiestas, que en absoluto lo considero indebido, es tiempo familiar, aquellos que durante el año o años no han podido verse por múltiples razones se reúnen y aprovechan el corto tiempo de la vida para expresarse afecto, pero por otro lado está la cara de la necesidad de los que nunca tienen nada y este tiempo más que ningún otro me lo recuerda.
Juan 3:16-17 dice hablando del sentido de la navidad “De tal manera amó Dios al mundo, que ha enviado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El verdadero sentido de la Navidad es la celebración de este increíble acto de amor”.
¿Por qué entonces celebramos la Navidad cada año? ¿No bastaría con leer lo que dice Juan? Pero desgraciadamente no es así, olvidamos ese verdadero sentido aún cuando sólo nos acordamos de nuestro círculo, hacemos fiestas familiares, enviamos regalos, felicitaciones, pero olvidamos ese increíble acto de amor que es compartir con los que no conocemos.
Yo sueño con una Navidad en la cual todos puedan compartir una cena, no porque le llevan una caja, una funda y algunos nos acordamos de los que menos tienen.
Sueño con una Navidad donde todos tengan suficiente para poder celebrarla; con ejemplos como la presidenta de Croacia, que enseña sencillez a sus gobernados cuando toma un avión y lo paga con su salario y apoya su equipo de futbol. Cuando el presidente de México, López Obrador, propone en dos años un plebiscito para cambiar la Constitución no para quedarse sino para que si los mexicanos mucho antes de terminar su periodo deciden que no lo está haciendo bien lo sustituyan.
Sueño que se nos cobre impuestos a todos, los empresarios dando el ejemplo, pero revisando las declaraciones juradas de los políticos que presentan grandes fortunas y no sabemos cómo la justifican y si alguna vez pagaron sus tributos.
Sueño con que cada dominicano apoye al que no tiene una vivienda y sea parte de un gran proyecto de construcciones para que todo el mundo pueda tener un techo justo.
Sueño con que todo el mundo tenga un salario justo, que le permita a su familia vivir decentemente.
Sueño con que la pasión nuestra sea la educación. Que la ADP se constituya en un verdadero centro de cambio y no de obstáculos y que apoyen las iniciativas de los ministros y de la misma forma, si los ministros no cumplen con mejorar la calidad de la educción, sus reclamos no sean mejores salarios y evitar directores de distrito elegidos por calidad de una terna de gente comprometida y capaz y no de analfabetos funcionales de algún grupo político.
Sueño con una verdadera reforma municipal, no para crear más municipios y distritos que reduzcan la capacidad de invertir y aumenten más la burocracia.
Sueño con legisladores que no miren hacia dentro sino hacia fuera, que sean capaces de ser los primeros en cumplir las leyes y hacer que los demás las cumplan, demostrando austeridad, eliminando exoneraciones y barrilitos. Y mi sueño es tan grande, que tal vez irrealizable, pero el que no sueña no crece, que en una nación tan pequeña tengamos una sola cámara, la de senadores y sólo dos senadores por las provincias grandes y uno por las de menor población.
Sueño con menos regidores, que piensen en sus comunidades y no en cómo agenciarse de recursos para escalar mayores posiciones políticas.
Sueño con políticos que se dejen de rebatiñas y piensen en ese sentido de la navidad, de amor y de igualdad de todos; que Jesús, naciendo pobre, ha sido por 2018 años la figura más importante para la humanidad. Sueño con un Colegio Médico que apoye la atención primaria y desoiga a los dueños de clínica que ahora pretenden eliminar lo poco que hemos logrado para seguir cobrando lo que les dé la gana.
Sueño que los seguros de salud puedan dar cobertura a todos, sin trucos para evitar cubrir a los que lo necesitan, olvidando que no hay nada más importante que la vida.