La sociedad dominicana casi en su totalidad, ha sido solidaria con la magistrada Miriam Germán ante la desconsideración y el abuso que se está cometiendo en su contra. Y no es para menos, pues Miriam tiene un historial de trabajo profesional caracterizado por la integridad, la honestidad y la defensa de los mejores valores éticos de la sociedad dominicana.
Conozco a Miriam desde los años 80, cuando juntos compartíamos los ideales de transformación revolucionaria de la sociedad. Siempre guardo de ella recuerdos de firmeza en sus principios, lealtad en las causas nobles y un gran espíritu de combate a las injusticias. Siendo para entonces un jovencito lleno de sueños e ilusiones de izquierda, en varias ocasiones recibí sabios consejos de ella para actuar de manera correcta, y no confundir la lucha por la justicia con el abuso y la desconsideración de los demás.
Su paso por la carrera judicial ha sido siempre altamente valorado. Como parte del aparato judicial, en todos los niveles que ha estado, quien ha trabajado con ella o ha conocido su trayectoria, expresa con satisfacción que nunca ha sido deshonesta en su labor ni se ha vinculado a acciones corruptas o deleznables.
Miriam es una mujer de firmes convicciones y de un temperamento muy fuerte. Recuerdo como ahora cuando a finales del año de 1986, al ser ascendida a jueza de la Primera Cámara Penal del Distrito Nacional, el presidente de la Suprema Corte de entonces, Nestor Contín Aybar, de manera injusta y abusiva la trasladó a Baní. Ella, firme en sus principios, no aceptó ese traslado y tuvo la actitud digna de renunciar como jueza e irse para su oficina particular. Tiempo después, por su integridad, fue llamada nuevamente a ser parte del aparato judicial.
Unos seis años más tarde, en septiembre de 1993, nuevamente Miriam se crece ante la historia al remitirle una carta al presidente de la República en ese momento, el doctor Joaquin Balaguer, quien había hecho una declaración publica criticando una sentencia emitida por ella ante el caso de un ciudadano colombiano. Balaguer criticó la sentencia, dijo que la justicia era un mercado y que los jueces estaban actuando de manera incorrecta. La respuesta de Miriam alcanza niveles de antología y para confirmarlo, reproduzco a continuación los últimos párrafos de esa carta, escrita hace ya 25 años:
“Presidente Balaguer, solo cuente con mi sentencia condenatoria cuando el Ministerio Público cumpla su obligación de probar y los que investigan dejen de acomodar expedientes para luego rasgarse las vestiduras, los principios son para ser aplicados independientemente de la valoración que nos merezca el eventual beneficiario. “Al momento de juzgar, pretendo, solo pretendo hacerlo sin pasión, pero también sin miedo, no está entre mis deberes por un mero indicio, una simple sospecha, enviar un ciudadano a la cárcel. Le escribo sencillamente porque teniendo hijos conocidos quiero que les conste que su madre no tuvo formación, ni temperamento para callar ante el insulto gratuito, importando poco la jerarquía de quien lo profiriese, ni para dejar al incierto de una página en blanco la respuesta responsable”.
¡Cuanta dignidad muestra esa carta! Viendo eso, me resulta sorprendente que desde el ministerio público se esté atentando contra la moral y la profesionalidad de Miriam. De verdad que me resulta difícil entenderlo.
Espero de corazón, y elevo mis oraciones, para que esta situación termine, se le pida excusas a Miriam Germán y entre ambas partes se encuentre un punto de avenencia, para bien de la justicia, de la institucionalidad del país y de todos nosotros.