Cuando se habla de las elecciones del 2020, en ciertos ambientes políticos se apuesta a una confrontación entre dos que ya han ocupado el más alto cargo de la nación: los expresidentes Leonel Fernández e Hipólito Mejía. Predecir el futuro no parece tarea humana e intentar la hazaña genera por lo regular sensaciones ingratas. De manera que esa posibilidad, además de extemporánea, no entra en un análisis realista de la sociedad en que vivimos. Pura predicción astrológica.
Cuando escucho hablar de ella, muy frecuente en la radio y la televisión, me envuelve una escalofriante sensación de angustia y no necesariamente por razones personales porque los he tratado a ambos y no los creo capaces de tramar daños contra terceros. Pero tengo la obligación conmigo mismo de decirles por qué esa difícil posibilidad me espanta. En las elecciones pasadas, como ya he planteado muchas veces, votaron por primera vez cientos de miles de jóvenes que no habían nacido cuando ya el señor Fernández tenía dos años en el cargo. Algo parecido puede decirse del señor Mejía, quien además le lleva algunos años. De suerte que esas ofertas electorales serían anti históricas, un desafío a la racionalidad. Casi como lanzarse de un décimo piso.
Los intereses y la visión de buena parte de los votantes en el 2020 difícilmente coincidan con esos dos varones de la política dominicana. La problemática internacional y las reglas en las relaciones entre las naciones serán tan distintas que les resultará imposible acomodarse a las exigencias que esas realidades impondrán al ejercicio del poder. Nuevos valores dominarán la escena o estarán floreciendo en el ámbito nacional, pujando para encontrar espacios.
Además, sabemos que los tardíos intentos de regreso en la política no llegan cuajados de propuestas de redención de sus propios errores, sino de objetivos muy personales que solo consiguen reeditar vicios superados.