La creación de una Mesa de Exportaciones, encabezada por el presidente Danilo Medina, como lo ha sugerido en distintas ocasiones el empresario Fernando Capellán, sería un foro estupendo para analizar las bases de una sólida y funcional estructura con el propósito de despejar de escollos legales y burocráticos los trámites que han impedido que el país desarrolle todo su inmenso potencial exportador. Si se la concibe como un compromiso gobierno-sector privado de largo alcance, la iniciativa no sería una prueba más de laboratorio, como tantas otras ensayadas en el pasado. Países que hace medio siglo competían en volumen de exportación con el nuestro son hoy verdaderas potencias económicas, como son entre otros los casos de Corea del Sur y Taiwán. Esas naciones entendieron la importancia de expandir su comercio exterior y no vacilaron en asumir los costos que entrañaban esa meta. En el mundo en que vivimos es imposible aspirar a un salto hacia el futuro ignorando esas grandes realidades.
Para que esa “Mesa de Exportaciones” funcione y no se burocratice debe ser sustentada económicamente por el sector exportador y designada por decreto del Ejecutivo, con representaciones de ambos y una dirección ejecutiva, o como quiera llamársele, que sirva de vocero y responsable del día a día. Los representantes oficiales no deben ser ministros, muy ocupados en muchas obligaciones, sino economistas, y las sillas, de uno y otro sector, no deben ser muchas para que el muñeco funcione y no caiga en la tendencia muy dominicana de perder el tiempo en escucharse a uno mismo.
Al asumir el costo de la estructura, los exportadores garantizan su estabilidad y funcionamiento. Y con un canal permanente de comunicación, el Presidente tendría asegurado que su asistencia a reuniones mensuales no le tomen mucho tiempo y no resulten en sesiones improductivas ni ocasión para asuntos privados de terceros.