El país celebra en estos días el 53 aniversario de una de sus grandes instituciones: el Banco Popular Dominicano. Fundado el 23 de agosto de 1963, la entidad inició formalmente sus operaciones cuatro meses y nueve días después, el 2 de enero de 1964, convirtiéndose así en el primer banco nacional privado y abriendo una nueva fuente de financiamiento para amplias capas de población, sin acceso hasta entonces a esa posibilidad. El nacimiento del Banco Popular constituye pues el inicio real del proceso de democratización de los servicios bancarios, que hasta ese ya lejano enero estaban bajo el absoluto control y predominio de la banca extranjera.
En la actualidad más de dos millones de dominicanos, poco más de la quinta parte de la población del país, están íntimamente relacionados con el Popular como accionistas, clientes, ahorristas o suplidores, lo que le convierte en una verdadera marca país. Miles de actividades económicas de la más amplia naturaleza han nacido y crecido al amparo de las facilidades de esta prestigiosa institución, orgullo nacional, cuya existencia ha demostrado a lo largo de todos estos años la visión de futuro y la honradez en los negocios que han caracterizado la vida de sus fundadores, accionistas y ejecutivos y la clara asimilación de sus valores por parte de los más de 7,000 empleados con que cuenta en todas sus oficinas.
La estabilidad de sus operaciones, su firme vocación de servicio social son hoy, al cabo de casi cinco décadas y media, un reconocimiento al empeño, visión y sacrificio del hombre que lo hizo posible: don Alejandro E. Grullón Espaillat, padre de la banca nacional, cuyo coraje y confianza en el potencial del país y de su gente, permitió que la institución en situaciones incluso muy difíciles navegara firme, sostenida en sus fuertes y seguras manos, donde otras no sobrevivieron. Celebremos pues el éxito de un banco amigo y la grandeza de su fundador.