El presidente Danilo Medina compareció ayer ante la Asamblea Nacional, para rendir cuentas de su gestión. Su extenso discurso abarcó un amplio abanico de temas relevantes desde la educación, la salud, la seguridad ciudadana, el transporte, la agropecuaria, la economía, las finanzas públicas, la infraestructura vial y, por supuesto, la corrupción y la impunidad. No se ha dado un discurso presidencial que no haya sido controversial y este lo será. Ahí radica precisamente su importancia y su innegable valor.
En un ambiente de protestas y muchas expectativas, no era dable esperar que todas, absolutamente todas, fueran colmadas por una audiencia multicolor, mezcla de cuantas posiciones e intereses se enfrentan en el escenario actual de la política dominicana. Pero, sin duda alguna, el texto presidencial, muy bien escrito e igualmente leído, respondió con amplitud a cuanto de él se esperaba fuera del ámbito partidario.
Muchos sectores reclamaban al presidente medidas punitivas contra los responsables de los actos ilícitos relacionados con la admisión de sobornos hecha por la empresa brasileña Odebrecht. Atenderlo hubiera representado un acto ilegal de fuerza y una inadmisible intervención en el ámbito de la Justicia, lo que de suceder, ahora o en el futuro, sentaría un precedente funesto. Sin embargo, el mandatario fue categórico al prometer su apoyo incondicional a las investigaciones que realiza el Ministerio Público, sin importar quien caiga en el proceso, lo cual me parece lo correcto.
Su defensa de Punta Catalina fue sostenida con sólidos argumentos que ameritan una discusión seria y sin pasiones de la realidad del sistema eléctrico. Su abierto desafío a los intereses oligopólicos que lo controlan denota una voluntad que ya había exhibido al encarar otras problemáticas parecidas. En síntesis,un texto ajustado a la realidad para analizarse sin prejuicios.