Insisto en que la familiaridad con que la prensa trata a los políticos, incluso al Presidente de la República, no es apropiada a los fines de guardar la distancia imprescindible a una relación de independencia. Implica un acercamiento y un nivel de confianza poco aconsejable. Supone una intimidad nada buena. Demasiada confianzuda, podría decirse.
Esa peculiaridad del periodismo dominicano comienza con la práctica de tutear a los presidentes y funcionarios del Estado y por extensión a los dirigentes de la oposición. Así los titulares de los diarios se refieren a Leonel, no al doctor Fernández; a Danilo y no al licenciado Medina, presidente de la República. A Felucho, que además es un apodo, y no al licenciado Jiménez. A Jaime David, en referencia al ex vicepresidente Fernández Mirabal. También se lee Fello, en lugar de Suberví Bonilla, e Hipólito cuando se trata del ingeniero Mejía, ex presidente de la nación.
Sin pretenderlo, cuando se emplea ese recurso, se está promocionando a los políticos, porque la propaganda del PLD no hablaba de Fernández sino de Leonel y luego tampoco de Medina, sino de Danilo, que son sus nombres de pila; y la del PRD se refiere a Miguel no a Vargas y lo mismo sucede con Eduardo, cuyo apellido es Estrella, y Amable por Aristy Castro. Con frecuencia leemos Quique, Milagros, MVP, Temo, entre muchas otras muestras de confianza que se gastan los medios para referirse a las más conocidas figuras del elenco político nacional.
Lo cierto es que esta práctica no es universal y pudiera ser uno de los tantos vicios que resultan de los amoríos resultantes de la vieja y conocida militancia partidista de un amplio sector de la prensa nacional que ya ni siquiera se cuida de guardar las apariencias. Los políticos, a veces, pagan las consecuencias de esta relación de confianza bastante extraña en la ortodoxia política universal.