A pesar de los cambios que han transformado la práctica del periodismo en los últimos años, algunos valores fundamentales que han hecho de este oficio una labor trascendental para la democracia, han sobrevivido al paso inexorable del tiempo y las innovaciones tecnológicas.
Uno de ellos, tal vez el más importante, es el de informar con estricta sujeción a los hechos, sin apresurarse. Con frecuencia los reporteros se ven impactados por la magnitud de los acontecimientos sobre los que informan y las exigencias de la televisión. El deseo de dar rápidamente la información al público, la ansiedad que esa prisa trae consigo, puede generar una noticia errada o imprecisa. Los jóvenes deben cuidarse de incurrir en ese error. Se entiende perfectamente el deseo de salir con la información antes que ningún otro medio, para adelantarse a la competencia. Pero lo más importante no es llegar primero. De nada vale dar una noticia antes que otro medio si no puede hacerse de la manera correcta y con los datos precisos. Hay que ofrecer todos los aspectos de los hechos y no apresurarse en ofrecer cifras o nombres que luego deban ser corregidos.
La credibilidad continúa siendo la más valiosa credencial de un medio y de un periodista. Y los desmentidos o las informaciones imprecisas o falsas erosionan la credibilidad más que otra cosa. Un ejercicio responsable evita caer en el error de la imprecisión, dejando que los demás se vayan primero para darse el lujo de llegar bien antes que los demás, dado que así no habría necesidad de detenerse o volver atrás para enmendar fallas provocadas por la ansiedad y la prisa.
No pretendo que se tomen estos consejos como una lección de periodismo. Pero recuerdo que Hemingway, uno de los grandes maestros del oficio, escribió: “Es erróneo creer que con la edad, los hombres nos hacemos más sabios. A lo sumo nos hacemos más prudentes”.