Difícilmente una persona que está feliz, joven, disfrutando de salud y bienestar, pueda imaginarse en un escenario contrario al que le brinda su realidad.
Nadie que está estable económicamente perdería su tiempo pensando que mañana podría verse sin nada, incluso, para comer o llevar de comer a quienes dependen de él para sobrevivir.
Ninguna persona que disfruta de plena vitalidad y salud, dedicará un par de minutos de su tiempo para imaginarse postrada en su cama aquejada de alguna enfermedad.
Muchas personas piensan, y pienso que tienen mucha razón, que se debe vivir y disfrutar la vida y sus escasos momentos de tranquilidad y felicidad, sin preocuparse demasiado por lo que pasará después.
Sin embargo, nunca está de más pensar que ni los tiempos buenos ni los malos son eternos.
En la época de abundancia no está mal pensar en ahorrar para mañana.
Por lo mismo, tampoco es mala idea tener presente que, aunque estemos en la cúspide de la felicidad y la prosperidad, otros no tienen la misma suerte y que como una ruleta, cuando gire nuestro mundo, así mismo puede cambiar nuestra fortuna.
Los seres humanos pasan por varias etapas, muchas, pero en estas líneas solo alcanza para citar unas pocas. La primera etapa es la infancia, ese tiempo de juegos y risas despreocupadas y bromas. La alegría y una energía inagotable son el factor característico de estos años.
En la adolescencia una serie de cambios físicos e internos van definiendo la personalidad y el carácter del ser humano.
La edad adulta trae consigo una serie de responsabilidades y compromisos que van dejando cada vez menos espacio a las horas de disfrute y felicidad. Es el tiempo de producir para cuando llegue la vejez.
Cada etapa es una bendición y lo mejor y que pocos aprecian, es que cada etapa tiene sus bondades. Lo más importante es aprender a disfrutar cada etapa de la existencia, sin dolor, es bueno tratar de pensar que lo que vendrá será mejor que aquello que dejamos atrás.