Hoy, cuando miles o quizás millones de personas de todo el mundo podrían regresar a sus países de origen después de haber vivido años en los Estados Unidos, por disposición del nuevo gobierno de ese país, a través de las órdenes de deportación emitidas por los organismos de seguridad nacional y control migratorio, es importante tener en cuenta que la vida sigue con todo lo bueno y lo no tan bueno que ella ofrece.

La situación es triste y preocupante, sobre todo, porque muchos de estos ciudadanos no tienen a donde regresar, pues un gran número de ellos vendió lo poco que poseía en sus países para aventurarse a alcanzar el “sueño americano “, otros llevan años fuera de la tierra que los vio nacer y en algunos casos llegaron a Estados Unidos siendo niños, por lo que una deportación representa llegar a un lugar totalmente desconocido.

En estos momentos, es necesario estar en el lugar de quien esté enfrentando un proceso como este para poder saber lo que se siente, para poder comprender cada uno de los pensamientos de quienes se verán afectados.

Sin embargo, si de algo sirve, solo decir que no hay mejor lugar que uno donde se pueda estar en paz, donde estén aquellas personas que nos aman y a las que amamos.

Si alguien tiene que regresar a donde salió alguna vez con la firme decisión de nunca más volver, aunque lo vea como una derrota, quizás es solo otra oportunidad de recomenzar, de ver la vida de una manera distinta.

Aunque para aquellos que salieron de su país cuando aún eran niños, no se trataría de un regreso, pues no se puede regresar a un lugar en donde nunca se ha estado.

Sin embargo, si ese es el caso, y sea porque una persona decida por cuenta propia que debe regresar a su país o porque las autoridades norteamericanas así lo determinen, más allá del drama que representa para las familias y la sociedad, es necesario seguir adelante.
Como en cada situación difícil, la mejor salida es asumir una actitud positiva y proactiva, de fe, de esperanza.

Es lo mejor mirar más allá, no dejarse vencer, no ver solo el problema, más bien enfocarse en la solución.

No debe ser fácil tener que dejarlo todo y viajar a la incertidumbre, a empezar de cero y con las manos vacías, pero también es una oportunidad y como tal debe ser aprovechada.

Nadie debería de estar donde no se le quiere, ni debe de ir donde no es bien recibido.

Muchas veces, obstinados con una idea, no vemos todo lo que podemos lograr y pensamos que solo en otro país podremos alcanzar nuestras metas, pero siempre seremos extranjeros y aunque tratemos de adaptarnos, siempre nos sentiremos extraños.

Si alguien tiene que volver, que no lo vea como una derrota, si no como un nuevo comienzo para hacer mejor las cosas.

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